Bastará
Lo que hizo River Plate en la Copa Sudamericana ya es digno de destacarse.
deportes.terra.cl
Apenas avanzó una fase. Y dejando afuera a Blooming, un equipo que evidentemente, por lo visto en cancha, dista bastante de ser importante. Pero le alcanzó para volver a ganarse mi admiración, que, cabe aclarar, tampoco es una proeza.
Lo de River Plate volvió a ser digno de aplausos. Como lo viene siendo hace tiempo, prácticamente desde que asumió Guillermo Almada. No hablo de River institución, hablo de River equipo de fútbol.
Antes que arrancara el semestre pasado, nadie daba dos pesos por un tal Avenatti, un flaco alto y rubiecito que tenía menos de 20 años. Mucho menos por un tal Olaza o un chiquitito que se llama Techera, un par de juveniles que subieron de repente para tapar huecos por bajas que sufrió el plantel. A Torrecilla había que googlearlo para conocerlo, y un tal Inella nos sonaba porque se había ido a la B con Tacuarembó.
¿Taborda? Viene de arrastrase en Nacional y Defensor, se decía. ¿Michael Santos? ¿Y ese quién es?. ¿Gabriel Marques? No le llega ni a los talones a Porras. Otro período de pases que no auguraba un gran destino para River.
Pero River otra vez se las arregló para jugar al fútbol. Con el mismo poco rodaje que Peñarol, El Tanque y Wanderers, fue el único que se mostró fino y aceitado.
Sin excusas. Con trabajo y perfil bajo. Apostando a los juveniles, no porque haya un proyecto a largo plazo pensando de aquí a diez años, sino porque no hay recursos para otra cosa. Con un técnico que labura notable y no lo dice.
Se puede jugar al fútbol. Es cuestión de proponérselo. Se puede tener un plantel inexperiente y hacer cuatro goles en un torneo internacional. Se puede asumir las limitaciones y echar mano a los juveniles. También se puede mantener un técnico por varios años. Se puede ganar sin la camiseta y se puede tener la pelota. Por eso, gracias River por esta lección.
Lo de River Plate volvió a ser digno de aplausos. Como lo viene siendo hace tiempo, prácticamente desde que asumió Guillermo Almada. No hablo de River institución, hablo de River equipo de fútbol.
Antes que arrancara el semestre pasado, nadie daba dos pesos por un tal Avenatti, un flaco alto y rubiecito que tenía menos de 20 años. Mucho menos por un tal Olaza o un chiquitito que se llama Techera, un par de juveniles que subieron de repente para tapar huecos por bajas que sufrió el plantel. A Torrecilla había que googlearlo para conocerlo, y un tal Inella nos sonaba porque se había ido a la B con Tacuarembó.
¿Taborda? Viene de arrastrase en Nacional y Defensor, se decía. ¿Michael Santos? ¿Y ese quién es?. ¿Gabriel Marques? No le llega ni a los talones a Porras. Otro período de pases que no auguraba un gran destino para River.
Pero River otra vez se las arregló para jugar al fútbol. Con el mismo poco rodaje que Peñarol, El Tanque y Wanderers, fue el único que se mostró fino y aceitado.
Sin excusas. Con trabajo y perfil bajo. Apostando a los juveniles, no porque haya un proyecto a largo plazo pensando de aquí a diez años, sino porque no hay recursos para otra cosa. Con un técnico que labura notable y no lo dice.
Se puede jugar al fútbol. Es cuestión de proponérselo. Se puede tener un plantel inexperiente y hacer cuatro goles en un torneo internacional. Se puede asumir las limitaciones y echar mano a los juveniles. También se puede mantener un técnico por varios años. Se puede ganar sin la camiseta y se puede tener la pelota. Por eso, gracias River por esta lección.