Duro, pero común

Nacho González tomó la decisión más difícil de su carrera y verificó el poder de los grandes y la impotencia del resto.

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nacional.com.uy
“Si lo del 2004 fue difícil, esto... No sé... Es imposible”, decía un eufórico, emocionado y agitado Ignacio María González en el invierno del 2007, el día en que Danubio le ganó a Peñarol por penales y se consagró Campeón Uruguayo por tercera vez en su historia. Acababa de ganar su segundo título con el club al que llegó a los 12 años y que, desde hacía rato, lo había colocado entre sus máximos ídolos.

Un andar alegre, una técnica envidiable y un carácter a prueba de balas (el que dice que es pecho frío sabe poco y, además, no quiere ni a la madre). Serio y responsable, pero también divertido y carismático. Sí, Nacho era -¿era?- el orgullo de los danubianos, dentro y fuera de la cancha. Pero el fin de semana, leyeron el titular que creían imposible: Nacho González a Nacional.

El hincha franjeado, dolido, como corresponde, se hace mil preguntas ¿Acaso se olvidó todo? ¿Acaso ya no recuerda aquella tarde lluviosa del taco de Perrone, cuando dio la vuelta en Jardines con 22 años? ¡No! Creo que eso no lo olvida nunca más y, seguramente, estará para siempre entre los momentos más felices de su vida ¿Por qué entonces se va a jugar a Nacional en lugar de quedarse en su casa? Porque considera que Nacional es un lugar más idóneo para conseguir los objetivos que tiene en mente para el próximo año.

Además de la vidriera y la exposición que implica un grande, Nacional jugará la Copa Libertadores dentro de unos meses y Nacho sabe que andar bien en ese torneo puede abrirle la puerta a la selección. Si él logra destacar en un nivel de competencia alto, tendrá mucho más chance de ser convocado por Tabárez y jugar el Mundial de Brasil (si es que Uruguay clasifica, claro). Danubio, de muy mala campaña en el primer semestre de la temporada pasada, no tendrá actividad internacional y, se me antoja, eso influyó en la decisión.

“Fue una decisión deportiva, no económica”, dijo Nacho cuando fue presentado con la camiseta tricolor. Al mismo tiempo, no deja de ser una decisión arriesgada y, por lo tanto, valiente. Porque si bien Nacional puede ser mejor catapulta para los grandes desafíos, también es un club mucho más propicio para encontrar el fracaso. Su llegada generó mucha expectativa, así que no sería de extrañar que si González juega mal tres partidos, el Parque se le caiga encima y la historia comience a complicarse.

Él tiene claro todo eso y se la jugó. Me da toda la sensación que utilizó mucho más la razón que el corazón  y que llegó a la conclusión que más le dolió. Es más, creo que dudó mucho. La duda es la compañera natural de toda persona inteligente que debe tomar una decisión importante y, tal vez, Nacho siga dudando, incluso después de haberse probado esa camistea que -como él mismo dijo- nunca imaginó ponerse.

La satanización de González era tan esperable, como tonta e irracional. Es verdad que había dicho que solo jugaría en Danubio. No debió decirlo, pero estoy seguro que, cuando lo dijo, realmente lo sentía. No lo pudo sostener, tal vez porque la vida no siempre corre como nosotros queremos y a veces propone contratiempos inesperados. Cometió un error al hablar más de la cuenta, típico de la inexperiencia, pero a la hora de juzgarlo debríamos exigirle los mismo que nos exijimos a nosotros mismos ¿Realmente sostenemos TODO lo que hemos dicho en nuestras vidas?

En definitiva, Nacho hizo lo que hacen casi todos. Un punto interesante es que, pese a su pasado y amor danubiano –que indudablemente lo tiene- eligió jugar en Nacional, con el agregado de que cuando era chiquito era hincha de Peñarol. Esto es lo que verifica el sistema y lo que vuelve a demostrar las enormes asimetrías de nuestro fútbol ¿Cómo hacen los clubes chicos para competir con cierta chance, si hasta un tipo como Nacho González elige a Nacional, con el que ni siquiera tiene ningún vínculo afectivo? Naturalmente, si agregamos el factor económico, la historia es aun más dura. Nacional ofreció el doble -y le habría ofrecido el triple si hubiera sido necesario-, mientras que Danubio arriesgaba su futuro financiero para tratar de acercarse.

Nacho es un ejemplo emblemático del proceder general de los jugadores, con la única excepción de Nico Olivera, quienes siguen optando siempre por Nacional y Peñarol. Aún estando salvados económicamente, ya sea por afecto, por desafío o vidriera, prefieren ir al grande. Los otros equipos forman futbolistas, moldean a sus ídolos y luego los venden, cada vez más jóvenes y baratos. Y, lo que es peor, cuando vuelven del exterior, en vez de disfrutarlos, los sufren, porque los tienen de rivales. Las asimetrías -hinchada, televisión, sponsors, peso político y localías, entre otras- generan más asimetrías y el círculo vicioso se hace inviolable.