Peligro al micrófono
Expertos en soluciones para la violencia.
Pasó un nuevo clásico del fútbol uruguayo. El resultado es anecdótico; fue un partido donde ganó el que jugó mejor, y a otra cosa.
Pero lo extra futbolístico se robó las miradas. Otra vez hubo disturbios en las tribunas, en lo que parece un problema de nunca acabar. El lamentable hecho de la bandera robada, exhibida como trofeo de guerra en la tribuna de Nacional, desató la violencia en la tribuna carbonera. Vale decir que esos “trofeos de guerra” son moneda corriente en los clásicos, en Colombes y Ámsterdam por igual.
Mucho se dijo del operativo policial, del papel cumplido por la policía en la previa del partido y durante los disturbios que mantuvieron detenido el partido por varios minutos. Es evidente que muchas cosas fallaron, y que esa bandera –por ejemplo- nunca tendría que haber ingresado al Estadio.
Ahora bien, una hipótesis razonable es que un grupo de “hinchas” carboneros haya querido salir de la tribuna antes de que terminara el partido para hacer “justicia” por la bandera que tristemente adornó la Colombes, y al no poder salir comenzaron a romper lo que había a mano.
Este episodio es lamentable, y refleja una realidad que hace años golpea al deporte, y a la sociedad en general. Eso está fuera de discusión. Pero, ¿qué sucedía durante la trasmisión del partido? ¿Qué decían los periodistas mientras el partido estaba parado por los incidentes? ¿Qué se dijo en las mesas de análisis de los diversos programas deportivos el domingo a la noche? Sobre eso quiero referirme en estos párrafos.
“No hay policía en la tribuna”, se decía, sin dar crédito a lo que sucedía. Como clamando por estar a merced de la “delincuencia”. “No puede ser que nadie haga nada”. La policía no ingresó a la Ámsterdam mientras sucedían los destrozos, las vallas caían y las butacas de plástico volaban. “Una vergüenza”, la frase que intentó resumir el accionar policial.
Lo que yo me pregunto es: ¿qué debería haber hecho la policía? ¿Abrir las puertas y entrar a la tribuna? ¿Qué habría sucedido? Yo no sé qué vieron por la tele. Yo vi a doscientos tipos rompiendo cosas, y mientras que 10 mil hinchas esperaban parados para que el partido volviera a arrancar. ¿Acaso la policía tenía que entrar con gases y balas de goma? ¿Qué habría pasado con los otros 10 mil? Algo parecido a una masacre, donde terminan “comiéndose un garrón” miles de personas, entre hinchas y los propios policías, por doscientos anormales.
Se supone que la policía debe velar por el bien público. ¿Acaso el bien era evitar que se destruyeran butacas? ¿O que la gente volviera sana a su casa? Yo no sé que se vio en la tele, pero me pareció que, gracias al pulmón colocado en la Olímpica, no había riesgo ninguno que los improvisados proyectiles le hicieran daño a nadie.
Esa “intervención policial” reclamada a grito pelado, desesperadamente, a través de varios micrófonos, es sumamente simplista. ¿Qué resolvía que entraran 500 policías a dar palo? Yo creo que absolutamente nada, y hubiera agravado la situación. La policía intervino: evitó que ese grupo de “hinchas” violentos saliera de la cancha a buscar a los de Nacional. ¿El costo fue de varias butacas y baños rotos? Yo prefiero medir el costo en butacas que en gente en el hospital. Pero bueno, hay quienes pueden opinar diferente.
Los pedidos de que la “policía haga su trabajo”, de “reprimir sin tregua”, de “meterlos a todos presos”, son básicos, y son muy peligrosos. ¿No están llenas las cárceles de “barras” de Peñarol, de Nacional, de Cerro, de otros tantos equipos? ¿En el ComCar no “manda” tal o cual? ¿Y entonces, se resolvió el problema? Las mafias que pueblan las barras, la propia corrupción dentro de la policía y demás, requieren un tratamiento que va bastante más allá de la represión. Hay sobradas pruebas que ese camino no sirve de absolutamente nada.
Que hay que actuar es evidente. Ahora, si como se escuchó en tantos y tantos micrófonos, la solución es llenar de policías las canchas y reprimir como se pidió, estamos fritos. La situación de violencia en las canchas no va a cambiar ni un ápice, ni en la calle, por más que haya quienes pidan “policía militarizada patrullando las calles”.
Tener un micrófono adelante implica una responsabilidad grande, la misma que implica escribir esta nota. Es muy probable que muy pocos la lean, pero sin dudas cientos de miles vieron el partido por la tele.
Lo que escuché me preocupó mucho más de lo que vi. El problema que refleja lo que vi es grave, pero más grave aún es la “propuesta de solución”. Lo que uno diga frente a un micrófono puede ser muy peligroso, mucho más peligroso que mil butacas de plástico volando por los aires.