Dejemos de ser mediocres
Vos y yo somos los culpables
Encontré en esta foto la cara que me representa al ver jugar a nuestros equipos grandes.
Comencé a escribir esta columna luego del partido de Nacional ante Gremio. Sin embargo, pese a estar totalmente convencido de lo que estaba escribiendo, decidí dejarla reposar unos días, como esperando algo milagroso que me “tapara la boca”.
Pasó el partido de Peñarol por Libertadores y le agregué un párrafo más. Pasó una fecha del campeonato local, donde los dos equipos grandes perdieron puntos, y volví a agregarle algunas cosas. Todavía no había terminado el primer tiempo de Nacional vs Newell’s (1-0 parcial) y terminé de darle las últimas pinceladas.
¿Por qué? Porque desde hace un tiempo a esta parte los equipos grandes del fútbol uruguayo dan lástima. Así de simple. Lamento si alguien se siente ofendido por esto, pero la realidad de nuestros equipos (y digo “nuestros” porque soy hincha de uno de ellos) es pésima.
Defensas desastrosas que no saben cómo reaccionar ante dos pases seguidos del rival, sistemas tácticos inentendibles, jugadores que están más dispuestos a pegar una patada descalificadora que a jugar bien y decisiones dirigenciales que dejan bastante que desear, son algunas de las causas que generan este momento.
Pero creo que, detrás de todo eso, existe algo mucho mayor y que, a menos que se realice un cambio grande, nada va a mejorar. Y acá, usted es el involucrado.
Usted, yo, nuestras familias, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, todos aquellos que amamos nuestro fútbol y que nos hemos acostumbrado a que “pasar a cuartos de final” ya es tarea cumplida.
¡Dejemos de ser mediocres!
Dejemos de pelear por “ganar la AUF”, ¿qué tal si peleamos por ganar una Libertadores?
Dejemos de pelear por quién es más viejo, ¿qué tal si peleamos por quién llega más lejos en un certamen internacional? De hecho, parece que esta discusión de la vejez se está trasladando a nuestros planteles, que cada vez son más viejos en edad promedio.
Dejemos de vivir de la historia, del “yo 5 y vos”, del “clásico del 10-0”, del “primer club criollo” o de “la primer hinchada del mundo”. ¿Qué tal si dejamos de lado el “fui campeón” y empezamos a vivir del presente y del futuro? Del “SOY el campeón”…
Las bromas al tradicional rival son y serán siempre la base de nuestra cultura futbolera, el verdadero folklore que tanto nos gusta, pero llegamos a un punto en que meter una gallina inflable al estadio o colgarla en una ventana de un palco se festeja casi tanto como un triunfo. Celébrese, sí. Pero que eso sea un agregado, no lo principal del asunto.
Dejemos de idolatrar a aquellos que “siempre clavan a la gallina” o que “sacaron corriendo a esos putos”, ¿qué tal si volvemos a aquellos barbudos, de short corto, de los goles protagonistas de gestas internacionales? Volvamos a vibrar y llorar con un relato como el gol de Aguirre en la final, volvamos a sentir la piel de gallina al escuchar el grito de “¡Superman!” cuando Seré tapó aquel penal en la final de Nacional ante PSV.
¿Tan bajo hemos caído que nuestro nuevos ídolos son aquellos que solo ganan clásicos? Obvio que es importante ganarlos, obvio que es importante golear al rival de siempre y joder toda la semana o todo el mes a tus compañeros de estudio o laburo, ¿pero cuánto más se podría joder al ganar una Libertadores o una Sudamericana?
Piense usted, hincha de Nacional, ¿cómo sufrió al ver a Peñarol cerca de ganar su sexta Libertadores?
Piense usted, hincha de Peñarol, ¿cómo se sintió al ver a Nacional jugando una semifinal ante Estudiantes?
¿Tan difícil es conseguir un campeonato internacional? Se precisa dinero, es cierto, pero no es lo único. Todo comienza con una buena organización. A veces se tiene el dinero, pero se prefiere pagarle un sueldo de 50.000 dólares a un jugador que ni siquiera juega, como pasaba con Boghossian.
Once Caldas en la Libertadores 2004, Arsenal de Sarandí en la Sudamericana 2007 o Lanús en la edición 2013. Los ejemplos sobran, incluso pueden encontrarse a nivel local: el River de Carrasco que llegó a la semifinal con un equipo muy humilde.
Repito, es difícil, sí, muy. Pero últimamente parece imposible, ya no solo hay que ganarle a los poderosos brasileros o argentinos sino que cualquier equipo "sin nombre" viene y nos gana o nos complica demasiado.
¿Qué tal si obligamos a algunos dirigentes a interesarse por prestar atención a sus clubes, en vez de prestar dinero a sus clubes para luego cobrarlo con intereses?
¿Qué tal si dejamos la mediocridad de lado y volvemos a ser los reyes de América?
No sé, son preguntas que me hago yo… Una persona de 24 años que todavía no tuvo el placer de ver a un equipo uruguayo campeón de una copa internacional y que, año tras año, renueva sus esperanzas con el clásico “este es el año”.
Lamentablemente hace 25 años que “este” no es el año y, si la cosa sigue así, habrá que seguir esperando bastante más…
Pasó el partido de Peñarol por Libertadores y le agregué un párrafo más. Pasó una fecha del campeonato local, donde los dos equipos grandes perdieron puntos, y volví a agregarle algunas cosas. Todavía no había terminado el primer tiempo de Nacional vs Newell’s (1-0 parcial) y terminé de darle las últimas pinceladas.
¿Por qué? Porque desde hace un tiempo a esta parte los equipos grandes del fútbol uruguayo dan lástima. Así de simple. Lamento si alguien se siente ofendido por esto, pero la realidad de nuestros equipos (y digo “nuestros” porque soy hincha de uno de ellos) es pésima.
Defensas desastrosas que no saben cómo reaccionar ante dos pases seguidos del rival, sistemas tácticos inentendibles, jugadores que están más dispuestos a pegar una patada descalificadora que a jugar bien y decisiones dirigenciales que dejan bastante que desear, son algunas de las causas que generan este momento.
Pero creo que, detrás de todo eso, existe algo mucho mayor y que, a menos que se realice un cambio grande, nada va a mejorar. Y acá, usted es el involucrado.
Usted, yo, nuestras familias, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, todos aquellos que amamos nuestro fútbol y que nos hemos acostumbrado a que “pasar a cuartos de final” ya es tarea cumplida.
¡Dejemos de ser mediocres!
Dejemos de pelear por “ganar la AUF”, ¿qué tal si peleamos por ganar una Libertadores?
Dejemos de pelear por quién es más viejo, ¿qué tal si peleamos por quién llega más lejos en un certamen internacional? De hecho, parece que esta discusión de la vejez se está trasladando a nuestros planteles, que cada vez son más viejos en edad promedio.
Dejemos de vivir de la historia, del “yo 5 y vos”, del “clásico del 10-0”, del “primer club criollo” o de “la primer hinchada del mundo”. ¿Qué tal si dejamos de lado el “fui campeón” y empezamos a vivir del presente y del futuro? Del “SOY el campeón”…
Las bromas al tradicional rival son y serán siempre la base de nuestra cultura futbolera, el verdadero folklore que tanto nos gusta, pero llegamos a un punto en que meter una gallina inflable al estadio o colgarla en una ventana de un palco se festeja casi tanto como un triunfo. Celébrese, sí. Pero que eso sea un agregado, no lo principal del asunto.
Dejemos de idolatrar a aquellos que “siempre clavan a la gallina” o que “sacaron corriendo a esos putos”, ¿qué tal si volvemos a aquellos barbudos, de short corto, de los goles protagonistas de gestas internacionales? Volvamos a vibrar y llorar con un relato como el gol de Aguirre en la final, volvamos a sentir la piel de gallina al escuchar el grito de “¡Superman!” cuando Seré tapó aquel penal en la final de Nacional ante PSV.
¿Tan bajo hemos caído que nuestro nuevos ídolos son aquellos que solo ganan clásicos? Obvio que es importante ganarlos, obvio que es importante golear al rival de siempre y joder toda la semana o todo el mes a tus compañeros de estudio o laburo, ¿pero cuánto más se podría joder al ganar una Libertadores o una Sudamericana?
Piense usted, hincha de Nacional, ¿cómo sufrió al ver a Peñarol cerca de ganar su sexta Libertadores?
Piense usted, hincha de Peñarol, ¿cómo se sintió al ver a Nacional jugando una semifinal ante Estudiantes?
¿Tan difícil es conseguir un campeonato internacional? Se precisa dinero, es cierto, pero no es lo único. Todo comienza con una buena organización. A veces se tiene el dinero, pero se prefiere pagarle un sueldo de 50.000 dólares a un jugador que ni siquiera juega, como pasaba con Boghossian.
Once Caldas en la Libertadores 2004, Arsenal de Sarandí en la Sudamericana 2007 o Lanús en la edición 2013. Los ejemplos sobran, incluso pueden encontrarse a nivel local: el River de Carrasco que llegó a la semifinal con un equipo muy humilde.
Repito, es difícil, sí, muy. Pero últimamente parece imposible, ya no solo hay que ganarle a los poderosos brasileros o argentinos sino que cualquier equipo "sin nombre" viene y nos gana o nos complica demasiado.
¿Qué tal si obligamos a algunos dirigentes a interesarse por prestar atención a sus clubes, en vez de prestar dinero a sus clubes para luego cobrarlo con intereses?
¿Qué tal si dejamos la mediocridad de lado y volvemos a ser los reyes de América?
No sé, son preguntas que me hago yo… Una persona de 24 años que todavía no tuvo el placer de ver a un equipo uruguayo campeón de una copa internacional y que, año tras año, renueva sus esperanzas con el clásico “este es el año”.
Lamentablemente hace 25 años que “este” no es el año y, si la cosa sigue así, habrá que seguir esperando bastante más…