Barco a la deriva

La violencia: ¿cuestión de colores, del fútbol en particular o de la sociedad en sí?

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Trato de tomarme un minuto para pensar lo ocurrido. Escucho algunas cosas, leo otras. Algo así como “muerte a los milicos” es lo que más se respira en las redes sociales. Los hinchas de Nacional totalmente desacatados, la Policía no da muchas explicaciones. Incertidumbres sobre la supuesta muerte de un muchacho.

Miro videos y fotos. En todas reina la irracionalidad, la brutalidad, el salvajismo. Me pregunto cómo empezó todo y no lo sé, aunque tal vez en el fondo (sin haber estado ahí) tal vez lo sepa. Una vez más la impaciencia, la intolerancia y la poca cintura por parte de las autoridades e hinchas desató una guerra en el fútbol.

Miro cómo esposan al fotógrafo de Nacional, mientras dos coraceros tapan el operativo, y me pregunto: ¿por qué tapan? ¿Qué no podemos ver? Si lo que hacen, está bien: ¿por qué entonces no dejan filmar un “arresto normal”?

Pero luego miro cómo un hincha de Nacional muestra sus heridas en el cuerpo, con la cara tapada por su camiseta. Y me hago las mismas preguntas: ¿por qué se tapa? Si él no estaba haciendo nada, ¿por qué se oculta?

Miro cómo los medios de comunicación, que se hacen eco de estos sucesos, llenan de amarillismo sus portadas o sus programas. Parecen tener a una persona destinada únicamente a actualizar la cantidad de detenidos, heridos y/o muertes que van ocurriendo. Eso es lo que vende. Eso es lo que el público consume, y en gran cantidad.

De hecho, me contagio y hasta tuiteo algo. Me equivoco, no debí hacerlo.

Algo muy dentro de nosotros nos hace leer o ver más este tipo de notas que una entrevista o un informe elaborado. Algunos le llaman morbo, otros, curiosidad. Pero se sigue muy de cerca el minuto a minuto, pese a que el partido ya terminó.

Me vuelvo a hacer preguntas. ¿Cuál era la necesidad por parte de los hinchas de Nacional de salir tan rápido? ¿Desde cuando esperar un rato se vuelve algo insoportable e imposible?

Es cierto, a nadie le gusta esperar, ni que le cierren una puerta, ni que se le metan adelante “de vivo”, pero ¿no será que varios querían ir a buscar a la hinchada de Newell’s porque al parecer los habían baleado en Argentina?

¿Por qué hubo cientos de personas que pudieron salir por las puertas laterales al ver que la del centro estaba cerrada, mientras otras se enfurecieron y comenzaron a enfrentarse con la Policía?

Si el operativo policial indicó que Nacional debía quedarse, ¿por qué no se podía acatar esa orden?

No estoy en defensa de la Policía, al contrario. Siento que los “operativos de seguridad” son cada vez menos operativos y, peor aún, menos seguros. 

¿Por qué el único método que tenemos para “frenar” la violencia es siendo violentos y prepotentes? ¿Por qué debo creer que puedo comerme el mundo por tener una cachiporra o un escudo?

¿Por qué la Policía es sinónimo de mierda y le dedico canciones al “alentar” a mi equipo? ¿Por qué para la Policía yo, como hincha, soy un barrabrava más que quiere destrozar todo si lo único que hago es alentar?

¿Por qué la violencia en el deporte no para y cada vez se vuelve peor?

Me pregunto cosas y no las puedo responder. Pero las últimas preguntas que siempre me quedan, y que más me duele no saber contestar, son: ¿cómo se arregla esto? ¿Cómo se vuelve a encausar un barco que parece ir a la deriva desde hace varios años?

Lamentablemente, no lo sé. Pero hay algo que es seguro, ya no es un tema de colores, ni de “un grupo de 50 mongólicos”, ni del fútbol en particular.

Esto va más allá, comprende una sociedad que se ha vuelto intolerante y se ha acostumbrado a no razonar antes de actuar. Que se descarga con rabia en las redes sociales sin pensar cómo esa publicación puede afectar a los demás. Que primero pega y luego habla. Que primero putea y luego pregunta.

Una sociedad de la que yo soy parte y que, si no comienzo a cambiar desde el pequeño lugar que me toca ocupar, va a seguir empeorando. ¿Será tiempo de volver a aquel “pienso, luego existo”? Esperemos que sí. Por el bien del fútbol, de nuestro deporte y de nuestra sociedad.