Cambiar al entrenador, ¿cambia?

¿Qué aspectos psicológicos altera un cambio de entrenador?

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No es algo nuevo, y sucede en todos los deportes. Cuando un equipo no logra buenos resultados, la primera opción suele ser el cambio de entrenador. Y a veces funciona. ¿Pero por qué? ¿Qué genera realmente un cambio de entrenador en un deportista o en el funcionamiento del grupo? Sin dudas puede haber algún aspecto táctico que genere un mejor funcionamiento, pero habitualmente, las consecuencias más rápidas son las que tienen que ver con los aspectos psicológicos.

Antes que nada, debemos decir que el entrenador es pieza fundamental en la creación del clima motivacional de un equipo. Es decir, qué señales da a los deportistas sobre qué se entiende como éxito o fracaso. Por ejemplo, uno puede transmitir que perder es un fracaso, y otro puede centrar la evaluación de un partido en el volumen de juego o el cumplimiento de otras metas que se hayan establecido previamente. Esto generará un ambiente de trabajo distinto en uno y otro equipo.

El liderazgo es fundamental. Hay diversos perfiles, y cada uno se adapta mejor a un tipo de equipo. Entrenadores muy exitosos en un equipo pueden tener resultados muy diferentes en otro, por lo que llamamos el enfoque situacional (es decir, la relación entre el estilo de liderazgo y las características del equipo y sus integrantes). Por ejemplo, no es igual entrenar un plantel joven que uno de jugadores experientes… requerirá distintas formas de conducir, motivar y comunicar, y un entrenador no tiene por qué ser bueno en todas.

Otro aspecto clave es la incidencia que tiene el entrenador en la confianza que da a los jugadores, de acuerdo a las diversas personalidades de los deportistas. No es casualidad que ciertos jugadores rindan más con un entrenador que con otro, y no sólo por su idea de juego. Por ejemplo, un entrenador que suele marcar más los errores obtendrá menos rendimiento de deportistas que no tienen de por sí una sólida autoconfianza (jugarán más ansiosos, con miedo a equivocarse, a que los exponga, etc.). Obviamente que como Psicólogo del Deporte en dicho equipo, también podría y debería ayudar al jugador a construir su autoconfianza y así no depender de algo que él no puede controlar, como es el Entrenador.

Tras todo esto, podemos afirmar que un cambio de entrenador sí puede generar algunas variantes en el equipo y en el rendimiento de algunos deportistas. Hemos visto ejemplos, como el de Aguirre y Carrasco, con pasajes breves y exitosos por los grandes del fútbol uruguayo, o el mismo cambio de mando en Aguada –asumiendo Espíndola ya en playoffs- con el que ganó la Liga Uruguaya de Básquetbol 2012-2013.

Pero sin embargo, los procesos de trabajo suelen ser los que tienen mejores resultados. A veces no inmediatos, pero sí mucho más estables. Tenemos hoy día en nuestro deporte claros ejemplos, como River Plate en fútbol (actualmente Guillermo Almada es el DT de Primera División que se mantiene hace más tiempo -3 años-, y es el mejor equipo del medio en las últimas dos temporadas) y Defensor Sporting y Malvín en básquetbol (Gerardo Jauri lleva 12 años y Pablo López 6, en equipos que están anualmente definiendo la Liga Uruguaya).

Con tiempo de trabajo, un entrenador puede principalmente lograr conocer realmente a sus jugadores y encontrar cuál es la mejor forma de llegarle a cada uno, motivarlo, darle seguridad, hacerlo comprender su rol en el equipo y sentirse importante. Incluso esta estabilidad generará un ambiente mucho más propicio para que los jugadores que provienen de las formativas se inserten en el equipo con mayor facilidad.

Para terminar, no es menor destacar que cuando un club logra tener una cultura basada en procesos de trabajo, el día a día es más sencillo para sus jugadores y cuerpo técnico. El jugar con menor presión, con mayor confianza, genera una tranquilidad y un clima en el que será más fácil que todos puedan desarrollarse en su máximo potencial.