Pienso, luego juego

El papel de los pensamientos en el desempeño.

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Esta frase, adaptada de la clásica utilizada por el filósofo francés René Descartes en su Discurso del método, nos da la pauta del papel que juegan los pensamientos en el desempeño de los deportistas. Primero pienso, y en base a cómo pienso, juego.

Inclusive este fue el título que Andrea Pirlo, uno de los mejores jugadores de este nuevo milenio, dio a su autobiografía. Ganador de 5 Scudettos, 2 Champions League, 1 Mundial de Clubes y una Copa del Mundo de Selecciones, entre muchas más, Pirlo sin dudas ha hecho historia.

¿Pero por qué es tan importante el pensamiento? Si simplemente digo que al pensar que las cosas van a salir bien, hay más posibilidades que salgan bien, parece un tema de magia o simple “Ley de la Atracción” (la citada en el famoso libro y documental El Secreto).

La realidad es que sí hay más probabilidades de que el basquetbolista convierta su triple cuando tira convencido de que va a embocar, que cuando tiene dudas. Hay más chances de que un nadador baje su tiempo si está convencido que lo puede hacer, o que un tenista logre ganar sus games de saque cuando cree que lo logrará. Y hay más posibilidades que el futbolista tenga un buen desempeño cuando entra al partido pensando que así será.

El sustento de esto está en que nuestros pensamientos inciden en nuestro accionar. Las creencias que uno tiene harán que uno actúe de una u otra manera, ya que el sistema de creencias busca siempre confirmarse, y entrar en la menor cantidad de contradicciones posibles entre nuestras ideas previas y lo que sucede luego.

Para esto, si en el ejemplo del nadador, va convencido de que no logrará bajar su marca, el resultado en su accionar será que no hará su máximo esfuerzo para lograrlo. No tendrá el máximo de concentración para hacer una buena largada, no nadará en el máximo de su posibilidad (quizá haciendo más respiraciones de las realmente necesarias), y no buscará rematar la carrera como realmente podría. De esta forma, el resultado será el que él mismo ya se había anticipado: no bajar su tiempo.

Por el contrario, si pensamos en el basquetbolista que va a lanzar, pero esta vez con la creencia de que sí convertirá el triple, pondrá todos sus recursos para intentar lograrlo. De esta forma, estará en su mejor nivel de activación y concentración, y ejecutará la técnica tal como la entrena, aumentando muchísimo las posibilidades de éxito.

Dicho todo esto, vemos la importancia de trabajar con los deportistas en lo que refiere al optimismo y al control de los pensamientos negativos. Estas son tareas que el Psicólogo del Deporte debe trabajar con esos jugadores que siempre están a la espera de lo negativo, o que se ven invadidos por pensamientos de este tipo a la hora de competir.

La técnica a utilizar dependerá de qué es lo que genera esos pensamientos negativos. Lo principal suele ser el propio sistema de creencias de la persona. Toda su historia lo ha llevado a desarrollar ciertas creencias centrales, sumamente arraigadas, que son las que originan los demás pensamientos. Por ejemplo si piensa “No puedo errar”, eso disparará un pensamiento de inseguridad y duda a la hora de jugar (ej.: “Si erro soy malísimo” o “Si erro el DT me va a sacar”).

Aquí debemos ir trabajando las creencias, para que la misma persona se dé cuenta que está pensando de una forma muy rígida y extremista, y se comience a cuestionar su propia creencia. Al mismo tiempo, le enseñaremos a sustituir ese pensamiento automático negativo por uno positivo, que evite que se enganche con esa situación. Él ya tendrá preparada la frase que se dirá en ese momento, por ejemplo: “Voy a jugar tranquilo, las cosas van a salir bien”.

Otras veces el deportista tiene expectativas desmesuradas, y allí se debe trabajar ajustándolas. En general, el deportista tiende a evaluarse dentro de una dicotomía: bien cuando logró todo lo que espera, y mal cuando no lo consiguió. Allí podemos intervenir construyendo juntos un sistema de evaluación gradual, en donde vea que hay un “excelente”, pero también hay un “muy bueno”, un “bueno” y un “aceptable” con exigencias acordes. De esa forma, un basquetbolista en vez de salir de un partido pensando que jugó mal porque hizo “solo 11 pts y 3 asistencias”, se dará cuenta que eso implica haber tenido un partido bastante bueno.

Para terminar, en muchas oportunidades el pensamiento se da por baja autoconfianza, y aquí podemos trabajar con técnicas como el autorregistro luego de cada competencia, que obligue al deportista a encontrar aquellos aspectos positivos de la misma. Por ejemplo, le pido al nadador que mencionamos anteriormente que registre luego de cada entrenamiento y competencia al menos tres logros que haya tenido. Aquí tengo una doble ventaja: el momento en que piensa lo bueno, y la posibilidad de releerlo luego y ver la cantidad de logros que he tenido en un determinado tiempo.

Como vemos, el pensamiento no solo tiene una incidencia importante en el desempeño deportivo, sino que principalmente, el pensamiento se puede entrenar. Y vale la pena.