De acá a la China

Juegos Olímpicos de la Juventud, ¿a qué vamos? ¿formación o competencia?

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Fotos: llamaceleste.com y olympic.org
Cuando pensamos en Juegos Olímpicos, la imagen que nos viene a la cabeza es de gente grande: Michael Phelps y Usain Bolt seguramente encabecen los listados de celebridades actuales en el deporte. Y muchos también asociarán directamente con Río 2016, cita para la que restan menos de dos años.

Varios se sorprenderán al saber que el próximo sábado 16 de agosto comienzan otros Juegos Olímpicos. Pero es así. Ese día es la inauguración de los II Juegos Olímpicos de la Juventud en Nanjing (China), que contarán con la participación de unos 3.500 deportistas en 30 disciplinas.

¿Y Uruguay? La delegación celeste ya está en tierras orientales desde el martes, luego de 30 horas de viaje. Esta vez serán 22 los deportistas que nos representarán en 8 disciplinas: baloncesto 3x3 masculino, ecuestre, hockey 5 femenino, natación, salto con garrocha, tenis de mesa, vela y vóley playa. En 2010 estuvimos presentes en sólo 3 disciplinas, y aún así logramos un Oro por intermedio de Marcelo Chirico (ecuestre).

La gran particularidad de esta delegación es obvia: la edad. Chicos y chicas menores de 18 años. Y surge una pregunta de difícil respuesta. A esa edad, ¿cuál es el objetivo? ¿Deporte formativo o alto rendimiento? ¿Son compatibles? Debemos hacer que lo sean.

Para esto, la clave está en las metas que se tracen. El resultado deportivo es importante, pero quizá no podemos decir que es un fin en sí mismo. Más bien creo que es una instancia de aprendizaje enorme, de la cual podemos extraer muchas ventajas.

Por ejemplo, es una oportunidad que nuestros futuros deportistas olímpicos vivan una situación muy similar a la de un Juego Olímpico “de mayores”. El clima de la Villa Olímpica, la ceremonia inaugural, la preparación para una competencia de alto nivel, etc. Y además (pero no exclusivamente), la instancia de competir.

Estos jóvenes entrenan a niveles profesionales en cuanto a carga horaria y exigencia. Muchos hacen preparaciones similares a los deportistas de elite. Cuidan su dieta, su descanso, e incluso entrenan su mente. Varios vienen hace semanas modificando sus horarios para neutralizar los efectos del jet-lag (cambio de horario).

Seguramente es una instancia ideal para lograr la superación personal. Y en esta línea deberían ir las metas. Lograr determinados tiempos o rendimientos especialmente. Estos objetivos generan menos ansiedad porque el deportista siente que tiene control sobre su logro. Entonces, la única ansiedad que será inevitable es la de lo desconocido de esta situación, para la cual los Psicólogos del Deporte podemos dar herramientas para que el joven competidor sienta que tiene con qué enfrentar esa emoción.

Y si las metas de resultado van a existir, que estén en un segundo plano, y se fijen con muchísimo cuidado. Metas desafiantes pero realistas. Las metas muy altas no generan más motivación, sino que suelen transformarse en presión en lo previo y durante la competencia, y en frustración al final cuando el resultado no se da. Es mejor poder sorprenderse por un resultado positivo inesperado, o hacer un reajuste de las metas durante la competencia (y para estos casos, siempre es más fácil elevar la meta que bajarla, lo cual genera una sensación negativa de por sí).

A todo esto debemos sumar las dos metas que nunca deben faltar: dar el máximo de cada uno, y disfrutar de esta experiencia, inclusive a la hora de competir. Estas deben grabarse a fuego en el deportista, y si no las internaliza a los 16 o 17 años, más adelante será mucho más difícil.

La conclusión es clara, se puede formar a través de la competencia. El deporte formativo puede perfectamente ser, a su vez, competitivo. Pero no es alto rendimiento, no se busca el rendimiento como único y máximo objetivo. O al menos, no se debería buscar, si queremos que estos deportistas sigan un camino para desarrollar a futuro su máximo potencial.

Uruguay, con sus jóvenes, quiere seguir construyendo un camino. “Se hace camino al andar” dijo Machado y cantó Serrat. Pero no vale acordarse de los Olímpicos solamente cada cuatro años cuando hay competencias. Preparación integral y planificación son términos que deben formar parte del vocabulario del deporte. Esto vale para los más grandes (que silenciosamente están trabajando para clasificar y rendir en Río 2016), y para los chicos (que sin que muchos sepan llegaron a China).

A estos 22 abanderados, deseo el mayor de los éxitos. A todos los jóvenes deportistas de nuestro país, el aliento constante a prepararse para cada oportunidad de seguir desarrollándose en sus disciplinas, y a que el momento de rendir los pueda encontrar bien preparados. Y a no olvidar que el deporte nos deja mucho más que medallas, nos deja vínculos y valores.

La próxima cita se dará en 2018, en Buenos Aires. Quienes nos representarán allí son, hoy día, apenas niños de 12 o 13 años. Trabajar con ellos de la mejor manera es el desafío.

Video de presentación - Nanjing 2014