No son frases hechas

El clásico es un partido especial desde el lado psicológico.

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PDA invitó a su gente a aportar frases hechas sobre los clásicos, y aparecieron las ideas de siempre: “Es un partido especial”, “No hay favoritos”, “No importa quién llega mejor”, “Hay jugadores clásicos”. Entonces, nos preguntamos, ¿son solo frases hechas?, ¿O estas frases se mantienen porque son realidad?

Desde el punto de vista psicológico, el partido clásico no es un partido más. Es un partido en el cual dos de las principales variables psicológicas que inciden en el deporte se comportan de forma especial.

La primera, sin dudas, es la motivación. Este es un partido que todos quieren jugar. Si vamos a la definición, motivación es “el por qué” de un comportamiento… y en este caso los por qué son mucho más intensos. Ya sea por el marco de público o por la repercusión en la prensa, ya sea por las consecuencias que tiene para el jugador (destacarse en este partido recibe recompensas mayores a nivel de estatus, y hasta puede incidir en futuros contratos), el jugador tiende a estar muy motivado.

Es de tener en cuenta que la motivación siempre es importante, pero la sobremotivación (es decir, el exceso), puede ser perjudicial para el jugador ya que puede dificultar el control de sus impulsos y la toma de decisiones. Una consecuencia clásica –valga el juego de palabras– de esto, son expulsiones por faltas fuera de lo habitual.

La segunda variable que se modifica es la ansiedad. Un partido que tiene una expectativa mayor, también implica un riesgo mayor. Hay mucho para ganar, pero también mucho para perder. Recordemos que la ansiedad es el estado emocional que se relaciona con la activación del organismo, y que viene acompañado de sensaciones de nerviosismo y preocupación.

Esto se agrava aún más en jugadores que hacen su debut en clásicos de Primera División. El jugador lo espera más, tiene más ganas de jugarlo, “de que llegue ya”. Esta ansiedad, si hace que el jugador esté en su mejor nivel de activación, es muy positiva.

Pero muchas veces el jugador se pasa de ese nivel.  Está excesivamente ansioso, le cuesta dormir la noche previa, no puede parar de pensar en el partido, le cuesta alimentarse. A todo esto llamamos ansiedad precompetitiva.

Además de los efectos directos de eso, el jugador que está ansioso durante el partido, no logra su estado ideal para jugar: se siente tenso o pesado, pierde coordinación fina, le cuesta concentrarse y tomar buenas decisiones, y suele ponerse irritable, además de tener dudas y pensamientos negativos.

Obviamente, si el jugador se prepara desde el punto de vista mental, tendrá técnicas para modificar sus pensamientos y controlar su nivel de activación.  De esta forma, podrá rendir en su máximo potencial, incluso en este partido aparte.