Juntos pero no revueltos
La cohesión como clave del rendimiento en equipos deportivos.
Tenemos la costumbre de pensar que cuando un grupo de jugadores se lleva bien, hay mayores posibilidades de que logre el éxito deportivo. Y en realidad, por estas latitudes solemos malinterpretar este concepto.
Para comprender, deberíamos empezar por distinguir los conceptos de grupo y equipo. Un grupo es un conjunto de dos o más personas que tienen una interacción relativamente estable y poseen intereses comunes. Por su parte el equipo es un tipo específico de grupo en donde hay metas que son interdependientes, es decir, que los deportistas dependen unos de otros para lograrlas.
De esta manera, una delegación que representa a un club o país en un deporte individual será claramente un grupo. Entrenan juntos, comparten el interés por su deporte, pero a la hora de competir lo hacen de manera individual. A uno de ellos le puede ir bien y a otro no.
Por el contrario, en un equipo deportivo o ganan todos, o pierden todos. No hay forma de que ciertos integrantes de un plantel de fútbol o básquetbol ganen y otros no, a menos que tengan objetivos individuales y no de equipo (ej.: le importe más ser goleador que lograr victorias). Hasta aquí todos lo tenemos claro. Los Entrenadores se cansan de repetir que los objetivos primordiales son los del equipo, que debemos trabajar juntos para conseguirlos, etc. Y también dicen que para ello debe haber un grupo unido.
Aquí empieza la parte polémica. ¿Un grupo que se lleva bien ayuda a lograr resultados? Depende. ¿De qué? De qué entendamos por llevarse bien. Hablamos del concepto de cohesión.
Se suele hacer mucho hincapié en la cohesión social. Que haya buen relacionamiento fuera de la cancha, que compartan otros espacios (comidas, salidas, etc.), se fomenta a veces el ser “un grupo de amigos”. Y esto no incrementa el rendimiento deportivo.
Lo fundamental es la cohesión de tarea, es decir, cómo los deportistas trabajan conjuntamente para lograr metas interdependientes. Cuál es la actitud a la hora de entrar a la cancha, a la hora de entrenar. Esto incide directamente en el clima de trabajo y en la confianza grupal, y se relaciona con la existencia de roles claros y aceptados por todos.
Podemos ver equipos o jugadores que no establecen vínculos sociales muy profundos, sea por su forma de ser o por sus circunstancias de vida, pero a la hora de entrenar y jugar se entregan completamente por el equipo. Dentro de la cancha defienden al máximo a su equipo, a sus compañeros, a su cuerpo técnico, si bien quizá fuera del club tienen muy poca relación. Este tipo de cohesión es la clave para aumentar el rendimiento deportivo.
En resumen, deberíamos fomentar mucho más la existencia de un clima de trabajo y de una actitud sincera de compañerismo deportivo, por encima del relacionamiento social extradeportivo que queda más en el ámbito personal de cada jugador.
La actitud
En esta escena de la película Facing the Giants, el entrenador anima a su dirigido a cambiar su actitud y dar su máximo para que el equipo tome conciencia de qué tan poderosos pueden ser si cada uno brinda su esfuerzo por el bien colectivo. Sin que el jugador se dé cuenta, avanza mucho más de lo que había imaginado poder hacerlo.