Fútbol contra las balas
El fútbol como imagen de normalidad.
Comencé a escribir estas líneas enojado con las palabras de Nolito, jugador de la selección española. "Somos unos mandados. Si nos dicen que tenemos que jugar, jugamos", dijo en relación al amistoso que tenía que jugar España frente a Bélgica en Bruselas.
Pensé que no se podía ser tan insensible. Todavía no paró el conteo de muertos en los atentados del viernes en París y se iba a jugar un partido en Bélgica, país de origen de por lo menos dos de los extremistas que llevaron a cabo los atentados.
Las palabras de Nolito fueron jodidas. Iban a jugar porque alguien se lo dijo, no por convicción propia. Y lo que es peor, como son "mandados", simples trabajadores que acatan órdenes, no pueden criticar una medida que consideran por lo menos inadecuada.
El partido finalmente se suspendió, no porque los protagonistas así lo quisieran, sino porque la inteligencia belga dijo que era demasiado riesgoso.
En eso estaba, procesando mi calentura, cuando recordé que se jugaba un Inglaterra-Francia en Wembley, y se me dio por entrar a The Guardian para ver qué decían los protagonistas.
Rooney, capitán inglés declaró que el partido será una muestra de cómo el mundo se para de frente contra el terror. Deschamps, técnico galo, expresó que sus jugadores saldrán a la cancha vistiendo los colores rojo, blanco y azul más orgullosos que nunca.
Quizá hasta allí uno podía pensar que son clichés nacionalistas, pero cuando se sabe que Griezmann -cuya hermana logró sobrevivir a las balas en el teatro Bataclan- y Lass Diarra -que tuvo una prima fallecida en los atentados- están ahí por propia voluntad, la perspectiva cambia.
En esa línea también declaró Oliver Bierhoff, manager de la selección alemana. "El amistoso del martes está en pie, pero obviamente discutiremos en la interna del grupo si lo jugamos", dijo luego de que su equipo pasara la noche en el vestuario del Stade de France, porque no era seguro manejar hasta París después del partido.
Primero pensé que el fútbol otra vez había logrado evadirse de la realidad, que se iba seguir jugando en Europa como si no hubiera pasado nada. Luego de leer al entrenador y jugadores franceses me di cuenta que si para ellos la mejor manera de enfrentar a quienes le mataron a algún familiar, amigo, vecino o un compatriota, es salir a una cancha y jugar por su país, yo no voy a ser quién para juzgarlos. En principio me parece mucho más comprometido que poner una banderita en Facebook.
El fútbol es una herramienta de comunicación muy fuerte, cargada de simbolismo, y por más que en un partido no deberían ponerse en juego asuntos más profundos que un resultado, a veces sucede que sí.
Al Tabal es un jugador del Al Ittihad y también de la selección de Libia, que hace poco declaró al sitio de FIFA: "Nosotros, más que por la clasificación, jugamos para unir un pueblo. Queremos ganar para que los libios salgan a celebrarlo a las calles en lugar de matarse entre ellos". Y créanme si les digo que Al Tabal no está usando una metáfora cuando dice lo de salir a la calle para celebrarlo y no matarse.
No alterar la rutina y no paralizarse ante el miedo son formas de responder a los atentados de París. Los planteles de Inglaterra y Francia decidieron mandar un mensaje de unidad al mundo.
En Wembley todo el público cantará el himno francés en la previa, para eso las pantallas del estadio tendrán la letra. Esa imagen será interesante, porque parados en la cancha y vestidos con la camiseta francesa habrá jugadores franceses, árabes y africanos; cristianos, musulmanes y quién sabe de qué otras religiones.
Porque lo normal tiene que ser eso, lo que logra el fútbol: convivir con personas diferentes.
Así sonó la Marsellesa en Wembley este martes