Poné "mute"
El “fracaso” argentino y la histeria de los medios, algo contra lo que no estamos vacunados.
Martín Liberman, periodista especializado de Fox Sports.
Un poco con la vista puesta en la final de la Copa América Centenario y otro poco en el cierre de temporada de Game of Thrones -hay que admitirlo- arranqué la noche de domingo. Por eso de seguir teniendo más Copas que nadie, también debo admitir que, dentro de un desinterés importante por el resultado de la final, si quería que alguno ganara, ese era Chile.
Otra vez, como en la final de 2015, el partido fue parejo, sin demasiadas chances de gol, y si en algún momento ganó en intensidad fue por el protagonismo del pelado Lopes. La síntesis, similar a la final del año pasado: penales, victoria chilena y otra vez Argentina en la puerta de un título que se le viene negando hace 23 años.
Inmediatamente pusimos Fox. Todos lo hicimos, para regodearnos un rato en la miseria ajena. Primero fue risa, después incredulidad, más tarde indignación y por último miedo. Sí, miedo.
Risa porque era inevitable no hacer menciones al carácter de yeta del Colorado Liberman y a su rídiculo traje.
Incredulidad porque repitió exactamente el mismo discurso que Niembro después de la eliminación Argentina en 2011. No cambió una sola coma, dijo exactamente lo mismo, incluso con las mismas metáforas automovilísticas: “Martino chocó al Barcelona y ahora a la Selección”. “Que jueguen los de acá”, “¿Hace cuánto que Agüero no está para jugar en la Selección?”.
Indignación cuando se deslizan, sin delicadeza alguna, frases como “Necesitamos negros con hambre”, haciendo referencia a Ramón Ábila, delantero de Huracán. Indignación por el afán de encontrar culpables al punto de lanzar una encuesta cuya consigna es esa: ¿quiénes son los culpables del fracaso, los jugadores o el DT? En TN, un enviado a Estados Unidos declaró: “no voy a hacer psicología barata, pero Higuaín no está preparado mentalmente para jugar en la Selección”.
El análisis del juego brilla por su ausencia. No hay una sola mención al partido, al dispositivo táctico, a cómo Chile durante largos pasajes del partido neutralizó al ataque argentino, uno de los más temibles del mundo sin lugar a dudas. Para colmo, se dice que “Vidal jugó un partido espantoso” o que “es increíble perder con este Chile, que no es ni sombra del de Sampaoli”.
Es realmente preocupante y da miedo, mucho miedo, que se amplifique de tal manera esta forma de pensar, que no solo se circunscribe al fútbol. Que no busca analizar nada, que solo busca culpables, que marca como una obligación moral ganar, ganar siempre, y no permite bajo ningún concepto perder, ni siquiera contra la mejor generación de la historia del fútbol chileno.
Que no repara en haber jugado una final del mundo después de 24 años, solo en que se perdió, y que en ese partido Messi se cagó, “como siempre en las finales”. Si Bravo no hacía la atajada de la Copa ante el cabezazo de Agüero, estos mismos jugadores serían héroes por siempre.
También, otra cosa que debo admitir, es que al final me dio asco. Sobre todo con una última frase disparada por Liberman que grafica todo el circo que, en resumen, es una postura editorial sólidamente fundada, aunque no por eso menos repulsiva: “Yo no soy jugador de fútbol, yo estoy acá para criticar”. Así el pobre periodismo sigue siendo bastardeado, hundido en un barro cada vez más espeso.
En Uruguay nos reímos, hasta lo disfrutamos por un rato, como si fuera algo lejano, desconocido y contra lo que ya hemos generado suficientes anticuerpos. ¿Pero de verdad estamos vacunados contra la ignorancia, la histeria mediática?
Es bueno hacer memoria y remontarse acá nomás, a las Eliminatorias de 2010. ¿Cuántos periodistas pedían la cabeza de Tabárez? Así, medio sin pensarlo demasiado, me acuerdo del Toto, de Sonsol, de Julio Ríos, de varios grandes paladines del periodismo deportivo (o sea, de fútbol) uruguayo.
Afortunadamente el proceso de Tabárez, más allá de los éxitos deportivos (vale decir que algunos célebres pensadores calificaron el cuarto puesto del Mundial como fracaso), después de una prédica contra hegemónica de muchos años, logró instalar otros conceptos, como aquello de que “el camino es la recompensa”. Pero el éxito desmesurado o el fracaso estrepitoso es lo que vende, y ahí está, expectante, para reaparecer ante el primer traspié.
Uruguay quedó afuera de la Copa América Centenario y, tímidamente, Da Silveira se animó a salir del ostracismo. “La imagen de Tabárez le hace daño a la Selección”, en referencia a los problemas de salud del Maestro, dijo el gran Toto. Que no quepa duda alguna que, si Uruguay no clasifica a Rusia, volverán los grandes opinólogos (esos que nunca se equivocan porque siempre tienen el diario del lunes) a pedir recambio, a pronosticar cataclismos, a reclamar la citación de Affonso, una chance para el “Tanque” Silva, a marcar que a Godín le queda grande la cinta de capitán o a decirle a Cavani “que juegue allá”.
Quizá sea momento de empezar por casa y no prender la tele por un rato. De dejar de escuchar la Sport doce horas al día. De no leer más las notas vende humo del mercado de pases, esas que, como hace un tiempo, anuncian que “Christian Vieri podría venir a Peñarol”. De intentar sacar nuestras propias conclusiones. De reclamar un análisis periodístico serio, de dejar de idolatrar a Sonsol porque “habla como yo hablo”. Quizá sea momento de poner “mute”.
Por ahí dejar de consumir “periodismo basura” es la mejor manera de combatirlo. Así habrá menos frustración, podremos disfrutar del juego y habrá menos Messis con la presión de ser Maradonas.
Como ayuda memoria, siempre viene bien recordar este informe de Bendita TV:
Otra vez, como en la final de 2015, el partido fue parejo, sin demasiadas chances de gol, y si en algún momento ganó en intensidad fue por el protagonismo del pelado Lopes. La síntesis, similar a la final del año pasado: penales, victoria chilena y otra vez Argentina en la puerta de un título que se le viene negando hace 23 años.
Inmediatamente pusimos Fox. Todos lo hicimos, para regodearnos un rato en la miseria ajena. Primero fue risa, después incredulidad, más tarde indignación y por último miedo. Sí, miedo.
Risa porque era inevitable no hacer menciones al carácter de yeta del Colorado Liberman y a su rídiculo traje.
Incredulidad porque repitió exactamente el mismo discurso que Niembro después de la eliminación Argentina en 2011. No cambió una sola coma, dijo exactamente lo mismo, incluso con las mismas metáforas automovilísticas: “Martino chocó al Barcelona y ahora a la Selección”. “Que jueguen los de acá”, “¿Hace cuánto que Agüero no está para jugar en la Selección?”.
Indignación cuando se deslizan, sin delicadeza alguna, frases como “Necesitamos negros con hambre”, haciendo referencia a Ramón Ábila, delantero de Huracán. Indignación por el afán de encontrar culpables al punto de lanzar una encuesta cuya consigna es esa: ¿quiénes son los culpables del fracaso, los jugadores o el DT? En TN, un enviado a Estados Unidos declaró: “no voy a hacer psicología barata, pero Higuaín no está preparado mentalmente para jugar en la Selección”.
El análisis del juego brilla por su ausencia. No hay una sola mención al partido, al dispositivo táctico, a cómo Chile durante largos pasajes del partido neutralizó al ataque argentino, uno de los más temibles del mundo sin lugar a dudas. Para colmo, se dice que “Vidal jugó un partido espantoso” o que “es increíble perder con este Chile, que no es ni sombra del de Sampaoli”.
Es realmente preocupante y da miedo, mucho miedo, que se amplifique de tal manera esta forma de pensar, que no solo se circunscribe al fútbol. Que no busca analizar nada, que solo busca culpables, que marca como una obligación moral ganar, ganar siempre, y no permite bajo ningún concepto perder, ni siquiera contra la mejor generación de la historia del fútbol chileno.
Que no repara en haber jugado una final del mundo después de 24 años, solo en que se perdió, y que en ese partido Messi se cagó, “como siempre en las finales”. Si Bravo no hacía la atajada de la Copa ante el cabezazo de Agüero, estos mismos jugadores serían héroes por siempre.
También, otra cosa que debo admitir, es que al final me dio asco. Sobre todo con una última frase disparada por Liberman que grafica todo el circo que, en resumen, es una postura editorial sólidamente fundada, aunque no por eso menos repulsiva: “Yo no soy jugador de fútbol, yo estoy acá para criticar”. Así el pobre periodismo sigue siendo bastardeado, hundido en un barro cada vez más espeso.
En Uruguay nos reímos, hasta lo disfrutamos por un rato, como si fuera algo lejano, desconocido y contra lo que ya hemos generado suficientes anticuerpos. ¿Pero de verdad estamos vacunados contra la ignorancia, la histeria mediática?
Es bueno hacer memoria y remontarse acá nomás, a las Eliminatorias de 2010. ¿Cuántos periodistas pedían la cabeza de Tabárez? Así, medio sin pensarlo demasiado, me acuerdo del Toto, de Sonsol, de Julio Ríos, de varios grandes paladines del periodismo deportivo (o sea, de fútbol) uruguayo.
Afortunadamente el proceso de Tabárez, más allá de los éxitos deportivos (vale decir que algunos célebres pensadores calificaron el cuarto puesto del Mundial como fracaso), después de una prédica contra hegemónica de muchos años, logró instalar otros conceptos, como aquello de que “el camino es la recompensa”. Pero el éxito desmesurado o el fracaso estrepitoso es lo que vende, y ahí está, expectante, para reaparecer ante el primer traspié.
Uruguay quedó afuera de la Copa América Centenario y, tímidamente, Da Silveira se animó a salir del ostracismo. “La imagen de Tabárez le hace daño a la Selección”, en referencia a los problemas de salud del Maestro, dijo el gran Toto. Que no quepa duda alguna que, si Uruguay no clasifica a Rusia, volverán los grandes opinólogos (esos que nunca se equivocan porque siempre tienen el diario del lunes) a pedir recambio, a pronosticar cataclismos, a reclamar la citación de Affonso, una chance para el “Tanque” Silva, a marcar que a Godín le queda grande la cinta de capitán o a decirle a Cavani “que juegue allá”.
Quizá sea momento de empezar por casa y no prender la tele por un rato. De dejar de escuchar la Sport doce horas al día. De no leer más las notas vende humo del mercado de pases, esas que, como hace un tiempo, anuncian que “Christian Vieri podría venir a Peñarol”. De intentar sacar nuestras propias conclusiones. De reclamar un análisis periodístico serio, de dejar de idolatrar a Sonsol porque “habla como yo hablo”. Quizá sea momento de poner “mute”.
Por ahí dejar de consumir “periodismo basura” es la mejor manera de combatirlo. Así habrá menos frustración, podremos disfrutar del juego y habrá menos Messis con la presión de ser Maradonas.
Como ayuda memoria, siempre viene bien recordar este informe de Bendita TV: