Club social
Más que una marca de galletitas.
Día del niño en Villa Española
La semana pasada Villa Española, equipo del que soy hincha y socio, festejó sus 76 años en la sede y, con lo recaudado, organizó el domingo el día del niño, regalando 150 camisetas a los gurises del barrio.
Por otro lado, el club cobró notoriedad los últimos días por su papel en la disputa Nike-Puma-Tenfield. Villa Española no votó la propuesta de la marca de la pipa, manejando algunos argumentos -a mi juicio tremendamente débiles- que en mi opinión buscan solapar el verdadero motivo, aquello de que “la necesidad tiene cara de hereje”, como le pasa a tantos clubes de nuestro fútbol.
En pocos días se notaron a las claras las diferencias, quizá irreconciliables, entre dos mundos: el del fútbol negocio, manejado con códigos mafiosos y pensando en el interés de unos pocos; y el del otro fútbol, ese del que debemos apropiarnos los hinchas.
La postura de Villa Española en la Asamblea de la AUF no me representó; sabía que era la posibilidad más firme en este fútbol. Pero inmediatamente me puse a pensar en lo otro, en unos días atrás, en los cientos de personas festejando el aniversario del club y los cientos de chiquilines rodeando la sede el domingo, siendo parte de la fiesta del barrio. Potenciar el rol social de los clubes, ¿ese no debería ser nuestro papel como socios, como hinchas?
En tiempos donde nos bombardean todo el tiempo diciendo que la única esperanza es la peripecia individual, que cada uno “tiene que rescatarse”, ¿no será necesario que nos demos tiempo para construir miradas, perspectivas, identidades colectivas?
Sin dudas que lo deportivo, en un club deportivo, incide y mucho. No es lo mismo un club de fútbol sin un equipo en cancha que ver a los colores del barrio corriendo con la pelotita. Pero no hace falta pelear un campeonato para que el club sea una referencia en el barrio, un lugar de encuentro, de amigos.
Cuando hay violencia en las canchas se dice que el fútbol reproduce lo que sucede en la sociedad. ¿Acaso no puede el fútbol servir para reproducir la solidaridad, el esfuerzo por el bien común?
Las altas esferas del fútbol van a seguir podridas por un tiempo largo, por lo menos. Pero nos dejan un espacio libre, ese que no les importa, el social, para armar alternativas que hagan de nuestra pasión algo más que gritar un gol en la tribuna, aunque eso ya signifique mucho.
Usar los colores que amamos para abrazarnos, para tirarle una cuerda al que anda en la lona, para sacar una comparsa, una murga o lo que sea, sobre todo en barrios populares que más temprano que tarde son tildados de "zonas rojas".
Ese es un lindo partido para jugar, y me consta que en muchos clubes se juega. El campeonato arranca en unos días, y el descenso es una posibilidad. Pero con esos casi doscientos gurises correteando por el club ya salimos campeones; esos goles también llenan el alma.
Por otro lado, el club cobró notoriedad los últimos días por su papel en la disputa Nike-Puma-Tenfield. Villa Española no votó la propuesta de la marca de la pipa, manejando algunos argumentos -a mi juicio tremendamente débiles- que en mi opinión buscan solapar el verdadero motivo, aquello de que “la necesidad tiene cara de hereje”, como le pasa a tantos clubes de nuestro fútbol.
En pocos días se notaron a las claras las diferencias, quizá irreconciliables, entre dos mundos: el del fútbol negocio, manejado con códigos mafiosos y pensando en el interés de unos pocos; y el del otro fútbol, ese del que debemos apropiarnos los hinchas.
La postura de Villa Española en la Asamblea de la AUF no me representó; sabía que era la posibilidad más firme en este fútbol. Pero inmediatamente me puse a pensar en lo otro, en unos días atrás, en los cientos de personas festejando el aniversario del club y los cientos de chiquilines rodeando la sede el domingo, siendo parte de la fiesta del barrio. Potenciar el rol social de los clubes, ¿ese no debería ser nuestro papel como socios, como hinchas?
En tiempos donde nos bombardean todo el tiempo diciendo que la única esperanza es la peripecia individual, que cada uno “tiene que rescatarse”, ¿no será necesario que nos demos tiempo para construir miradas, perspectivas, identidades colectivas?
Sin dudas que lo deportivo, en un club deportivo, incide y mucho. No es lo mismo un club de fútbol sin un equipo en cancha que ver a los colores del barrio corriendo con la pelotita. Pero no hace falta pelear un campeonato para que el club sea una referencia en el barrio, un lugar de encuentro, de amigos.
Cuando hay violencia en las canchas se dice que el fútbol reproduce lo que sucede en la sociedad. ¿Acaso no puede el fútbol servir para reproducir la solidaridad, el esfuerzo por el bien común?
Las altas esferas del fútbol van a seguir podridas por un tiempo largo, por lo menos. Pero nos dejan un espacio libre, ese que no les importa, el social, para armar alternativas que hagan de nuestra pasión algo más que gritar un gol en la tribuna, aunque eso ya signifique mucho.
Usar los colores que amamos para abrazarnos, para tirarle una cuerda al que anda en la lona, para sacar una comparsa, una murga o lo que sea, sobre todo en barrios populares que más temprano que tarde son tildados de "zonas rojas".
Ese es un lindo partido para jugar, y me consta que en muchos clubes se juega. El campeonato arranca en unos días, y el descenso es una posibilidad. Pero con esos casi doscientos gurises correteando por el club ya salimos campeones; esos goles también llenan el alma.