¿Ventaja?
De localías, reglamentos, pobreza y necesidades
Advertencia a los lectores y lectoras: Esto es una columna de opinión, por ende se puede discrepar, coincidir, tener matices sin ningún problema. Es probable que la lean menos personas que una nota sobre Espino entrenando diferenciado publicada en Ovación, o que una nota sobre el entrenamiento en doble horario del plantel de Peñarol el martes después de golear a Racing publicada en Tenfield. Son las dificultades propias de un medio que no cuenta en sus filas con referentes de la talla de Mastandrea, Sonsol, Julio Ríos, Garrido o Scelza, y que se sustenta casi exclusivamente gracias a aportes mensuales de los propios lectores. Hecha la advertencia, lea, discrepe, apruebe o insulte, pero con respeto.
Nuestro colega Diego Franco se encargó de colocar sobre el tapete la compra y venta de localías, lo que ha desatado diversas reacciones. En esta nota intentaré opinar del tema y de varios relacionados aprovechando las posibilidades que no brindan los 140 caracteres de un tweet.
En primer lugar hay que decir que no es algo nuevo que tanto Nacional como Peñarol pongan dinero para evitar jugar en canchas denominadas chicas. En este torneo, por la penosa realidad deportiva de Peñarol, el tema se ha centrado en Nacional, que llegó a un arreglo económico Fénix y Villa Española para jugar en el Centenario en lugar del Franzini y Jardines respectivamente.
Es cierto que eso sucedió. No menos cierto es que Danubio no juega bien y perdió puntos clave, o que si Emiliano Díaz no cometía un error y Ligüera lo aprovechaba con tremenda rapidez mental probablemente el partido entre Wanderers y Nacional quizá terminaba igualado, y hoy también lo estarían en la tabla de posiciones. Tampoco es menos cierto que Nacional y Rampla no son culpables de lo que hagan hinchas de Peñarol y que, a mi juicio lógica y acertadamente, le hayan otorgado los puntos.
El huevo o la gallina
La culpa es de los grandes que compran. La culpa es de los chicos que venden. Más allá de repartir culpas, este “negocio” existe porque hay dos partes que tienen voluntad para que exista.
Los equipos pequeños tienen realidades económicas muy comprometidas. No es novedad que hace años el negocio del fútbol uruguayo funciona generando cifras millonarias para unos pocos sobre la base de clubes fundidos, o casi. Villa Española, equipo del que soy socio e hincha, llegó a un acuerdo económico con Nacional para jugar en el Centenario en lugar de Jardines. De esa manera no “salvó el año”, como habitualmente se dice, sino que logró cubrir un (1) mes de presupuesto, unos 45 mil dólares. Si bien puedo entender la necesidad del club, no estoy de acuerdo con ese tipo de medidas: creo que está mal, aunque esté amparado por el reglamento.
Por su parte los equipos grandes están dispuestos a pagar para tener una pequeña ventaja adicional. Evitar jugar en tal o cual cancha es una ventaja. Es claro que los grandes obtienen menos puntos jugando en canchas chicas que los que consiguen jugando en el Parque Central o el Centenario. Sin ir más lejos, el propio DT de Nacional pidió que se hiciera lo posible por jugar en el Centenario contra Fénix.
La pregunta es: Peñarol y Nacional, ¿necesitan pagar para tener esa ventaja extra? Ventaja que está permitida, insisto. Lo cierto es que Nacional consideró oportuno hacer esa inversión para superar a dos equipos cuyos presupuestos son al menos veinte veces menores. Logró ganarle a Fénix -cuyos jugadores no cobran hace tres meses y entrenan por su cuenta- con lo justo y al peor equipo del torneo, Villa Española, con un gol en la hora.
Cuanto peor, peor
¿A quiénes favorece que las ventajas deportivas que naturalmente tienen Peñarol y Nacional por convocatoria, historia, poderío económico, se acentúen? En el corto plazo a los grandes, sin dudas. ¿Y en el largo plazo?
Los deportes menores en nuestro país encuentran tremendas dificultades al momento de salir al exterior. Gran parte de esas dificultades se explica por el escaso nivel de competitividad local. ¿Puede que en el fútbol suceda algo similar?
En el mediano y largo plazo, cuanto peor sea el nivel de la liga local (equipos semiprofesionales, malas condiciones salariales y de entrenamiento, brechas cada vez más grandes entre algunos equipos y los demás), peores serán los resultados a nivel internacional.
Desde los noventa hasta la fecha, período en que el fútbol se ha profesionalizado en cada vez más países y el negocio se ha multiplicado exponencialmente, el fútbol uruguayo a nivel de clubes ha quedado cada vez más relegado. En la Copa Libertadores, Danubio fue semifinalista en 1989, Nacional en 2009 y Defensor en 2014; Peñarol finalista en 2011. En la Copa Sudamericana, Nacional llegó a semis en 2002 y River Plate en 2009. En ese lapso los grandes han quedado eliminados por equipos de fuste como Real Garcilaso, Liga de Loja, Sportivo Luqueño, Palestino o Cobreloa.
Mientras tanto la realidad parece indicar que para ambos grandes es más importante ser campeón uruguayo, evitar que su rival de todas las horas consiga un título o ganar el clásico que conseguir un título a nivel internacional.
¿Y con esto qué hacemo’?
Un fútbol uruguayo más competitivo debe ser más profesional, menos dependiente. Poco han hecho en este sentido los dirigentes de la AUF y de los clubes. Parece de cajón que en la Primera División no debería haber más de diez o doce equipos. Parece evidente que debería repartirse de otra manera el dinero. No parece lógico dudar si aceptamos una oferta de veinticinco millones y descartamos una de cinco.
Lo que también parece claro es que mientras lo que prime sea la mediocridad y la miseria, la pequeña victoria deportiva de hoy sin importar cómo, es difícil que podamos salir de la situación actual (en esta realidad caen también, por poner un ejemplo, dirigentes de Danubio o Wanderers reclamando que el clásico se jugara). Y que conste, esto no significa que los hinchas de Nacional o Peñarol tengan que festejar menos si salen campeones.
De todas formas, por complejo que sea, no debemos renunciar a la convicción de que un fútbol sin equipos pobres, sin jugadores que no cobren, sin que los millones se los lleven dos o tres, no solo es posible sino que es imperiosamente necesario. Si nuestro fútbol crece puedo no salir campeón hoy, pero a la larga ganamos todos, sobre todo los grandes, que deportivamente van a seguir siendo más grandes que todos los demás juntos. Para eso podemos, y debemos, aportar todos desde donde nos toque.