Error e ilusión

El fútbol uruguayo ¿ha perdido la humildad a influjo de triunfos recientes de su selección?

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Foto de archivo: Jimena Montgomery
En este último tiempo hemos tenido logros deportivos a nivel de selecciones (mayor y formativas), posicionándonos entre las primeras selecciones a nivel mundial, lo que nos hace sentir orgullo y admiración por el proceso llevado adelante. Nos hemos hecho ¨dueños¨ del juego directo, de ataques casi sin posesiones y de defender mucho tiempo de los partidos cerca de nuestra área, con mucha intensidad y concentración. 

De todo esto surgen algunas preguntas que se abren camino; ¿de verdad sabemos utilizar el ataque directo con todas sus aristas?, ¿es esta dedicación a defender, una elección que hace que en nuestros deportistas aflore todo su potencial?, ¿es una opción válida para todo momento la de estar más tiempo defendiendo que atacando?, ¿podemos realmente esperar que surjan otros conceptos futbolísticos de este proceso?, ¿es verdad que este es el estilo que nos han dejado nuestros futbolistas de mayor éxito (1930, 1950)? Quizás esta última pregunta la responderemos en otro momento. 

Hay algo real que no podemos dejar de ver, y es que nuestros futbolistas de elite han terminado su formación en Europa por la joven edad a la que se van y a mi parecer por la falta de contenidos conceptuales que reciben en nuestro país y quizás esa formación no ha sido del todo aprovechada.

Si tomamos como referencia esta introducción a la adquisición de saberes, en la que se adentra Edgar Morín quizás podamos hacer un análisis sobre el momento deportivo que vive el fútbol local a nivel sudamericano (y también quizás esta explicación podamos traspolarla de Sudamérica al resto del mundo) y que se aleje de la simplista explicación de presupuestos y éxodo que habitualmente damos de nuestro fútbol a nivel del continente.

“Todo conocimiento conlleva el error y la ilusión, la educación del futuro debe afrontar el problema desde estos dos aspectos. Error e ilusión. El mayor error sería subestimar el problema del error, la mayor ilusión sería subestimar el problema de la ilusión. El reconocimiento del error y la ilusión es tan difícil, que el error y la ilusión no se reconocen en absoluto. 

Error e ilusión parasitan la mente humana desde la aparición del homo sapiens, cuando consideremos el pasado incluyendo el reciente, sentimos que ha sufrido el dominio de numerosos errores e ilusiones. Marx y Engels enunciaban en la ideología alemana que los hombres siempre han elaborado falsas concepciones de ellos mismos, de lo que hacen, de lo que deben hacer del mundo donde viven. Pero ni Marx ni Engels se escaparon a estos errores”. 

Morin nos hace preguntarnos: ¿qué de lo que percibimos y luego apropiamos, es cabalmente real?

Hay algunos conceptos que se desprenden del juego mismo y son necesarios para que el ataque directo sea efectivo y que a la vez dé oportunidad de mantenerse atacando, no solo de pensar en esa pelota que es mandada para saltear líneas, sino en las siguientes. Aquí mencionaré cuatro a modo de ejemplo y de anclarnos para poder analizar:
  1. Discernir si es una pelota directa a la espalda de la línea defensiva para generar un ataque o es por delante de la línea defensiva para saltear la presión de medio campo, ya que la disposición de los jugadores que dan ayudas y cooperación variará.
  2. Si es una pelota a la espalda debería haber previo, un rompimiento (desmarque de profundidad) de un jugador hacia las espaldas de la línea defensiva. Esto quiere decir que el equipo rival se encuentra defendiendo en zona de creación que sería parado con su línea defensiva en mitad de cancha o ya entrando en propio campo sin llegar al área (un especialista podría hacerlo con el rival parado al borde de su área, esto claramente necesita un excelente pasador y un desmarque a tiempo). Esta pelota larga conlleva a que en el equipo que intenta el ataque se alarguen las relaciones de distancia. Si esto se hiciese sistemáticamente, sucedería que la posibilidad de posicionar al equipo en ataque y que se pueda recuperar en caso de pérdida la posesión rápidamente, sea escasa o nula. Esto a su vez hace que vuelvas a defender cerca de tú área y el desgaste físico sea enorme.
  3. Si la pelota está dirigida a un futbolista por delante de la línea defensiva rival, deberían sí o sí llegar ayudas ofensivas (rodear al receptor) para la descarga de ese futbolista que recibe la pelota seguramente de espaldas al arco. Esto sucedería estando ya posicionado por detrás de la línea de presión que se quiso saltear con la pelota larga o apareciendo a espaldas de la presión antes mencionada (por lo general esto se utiliza para saltear la presión del medio campo rival). Además para darle una continuidad al juego deberíamos, o bien seguir verticalizando para avanzar, o posicionar jugadores que le den amplitud al equipo y que permita la posesión en otro lugar de la cancha. Si el equipo rival tiene una buena distancia entre líneas que las ayudas ofensivas del equipo que intenta el ataque tomen la pelota, será difícil y se hará un partido de lucha (¿les suena?).
  4. Además para que el juego directo sea efectivo debería tener momentos de posesión para atraer al rival y crear espacios, para descansar a través de la posesión y para que no sea sistemática y evidente la manera de atacar.

Tomando esto mencionado y uniéndolo a lo que Edgar Morin menciona. Me pregunto si no habremos dejado de analizar más profundamente si el juego que realizan nuestras selecciones llevan las reales características que se necesitan para hacer de este estilo un estilo colectivamente efectivo. Nuestra efectividad nace de individualidades descollantes y muchas veces descolgadas del juego mismo, genialidades que tienen su lugar claramente, pero que deberíamos crear el sustrato para que se den en más ocasiones y no solo de forma 100% aleatoria.

Quizás la ilusión nos ha cegado para poder hacer un análisis profundo del juego mismo que realizamos. ¿Será que hemos caído en la ilusión de las victorias?  

Quizás hemos olvidado el poder que tiene hacernos preguntas, o quizás nos hemos sumido en una falta de humildad que nos impide repreguntarnos sobre la ´´realidad´´ como la percibimos. ¿Será que estar sumido en esta ilusión nos ha hecho acarrear el error más banal?

¿Habremos perdido la humildad?

¿Habremos dejado de profundizar en otros saberes fuera del deporte basados quizás en una falsa falta de necesidad de los mismos? 

¿Será que los logros deportivos nos están dando una comodidad, que resulta finalmente incómoda?

¿Estamos prestando atención a nuestros errores pasados y actuales? ¿Estamos siendo creativos a través de ellos?

¿Es quizás que no vemos lo que está planteado a nivel mundial en torno al conocimiento del juego en sí mismo, de cómo maximizar las posibilidades que el mismo juego nos da?

Todas estas preguntas quizás puedan abrir momentos de reflexión para comprender realmente qué es lo que queremos en el futuro con nuestro fútbol. A partir del juego, de lo que quiero que suceda y de qué manera quiero que suceda (tomando en cuenta también las incertidumbres que da el mismo juego), es desde donde se desprenden todo el resto de necesidades que presenta el desarrollo del fútbol competitivo: instalaciones, recursos humanos, logística, etc... Quizás entornando la puerta y mirando al juego en sí, podamos comenzar a ver más allá del error y la ilusión.