La madrugada es un buen momento para que suceda la épica. Un partido que se vivió entre susurros, hasta que no dio para más. Se estaba haciendo historia del otro lado del mundo, y la historia entiende más bien de gritos, de llantos, de abrazos fuertes y apretados.

La madrugada, ese lugar donde los sueños son protagonistas. Allá en Japón, que era plena tarde de un sol de final de verano, también se soñaba. Acá puños apretados para no despertar a los que no interrumpieron el sueño, allá tackle va tackle viene para frenar a un equipo con más kilos y más centímetros.

Se fueron a Japón con ganas de sorprender al mundo, trabajaron incontables horas para sorprender al mundo. Entonces los minutos pasaban y el mundo se sorprendía. En un deporte con tanta lógica, con ranking tan cerrado y difícil de avanzar que parece el sistema de castas: el Tier 1 son los diez primeros, el Tier 2 los segundos diez, y los de abajo no suelen ganarle a los de arriba, eso dicen las costumbres.

Se cumplieron los 80 minutos y allá están, gritando por ellos y por los que no pueden porque es de madrugada. Festejan la victoria más importante de la historia del rugby uruguayo. No se quieren ir de la cancha, no se quieren ir a dormir por miedo a que el sueño se interrumpa. Pero el sueño está recién empezando y hay que tener los ojos bien abiertos para verlos.