Yo te banco
La competencia interna entre titulares y suplentes los empuja a salir de la zona de confort.
Si existe un mito en el fútbol, es que el equipo está compuesto por 11 jugadores. El equipo lo conforma todo el plantel, y no solo por las posibilidades de hacer cambios (que en fútbol son bastante reducidas, a diferencia de otros juegos como el básquetbol), sino especialmente por la incidencia que tienen los suplentes en el rendimiento de los titulares.
Hoy día estamos viendo buenos ejemplos de esto. Algunos jugadores de Peñarol han mejorado mucho su rendimiento, incluso sorprendiendo a su afición. Y una de las explicaciones, podríamos pensar, viene por este lado. ¿Pero cuál es la relación o el efecto?
Lo explico por dos lados: el futbolístico, y el psicológico. El primero, que si tengo un mejor rival en frente, eso me obliga a entrenar mejor y buscar superarme más. De esta forma, cada vez que hacemos fútbol, tengo un desafío mayor en quién me marca o a quién tengo que superar en ataque. Aquí se eleva el nivel de ambos, ya que el otro también va a tener que redoblar esfuerzos para contener mi mayor nivel.
Por el lado mental, se genera una tensión psicológica que si es bien manejada por el entrenador puede ser muy sana. El jugador se ve constantemente obligado a salir de su zona de confort, en la que se encuentra excesivamente seguro y tranquilo. ¿Por qué? Por el simple hecho de saber que si me dejo estar, si dejo de estar a mi máximo nivel, hay alguien atrás que puede ganar el puesto que es mío.
La zona de confort es un estado de ansiedad cero, donde la persona se siente sin sentido del riesgo. Y si bien la palabra ansiedad parece tener una connotación negativa, la realidad es que es necesario un cierto grado de ansiedad para obtener el mejor rendimiento deportivo. Uno de los factores que puede generar este nivel de alerta óptimo es la competencia interna de un plantel.
De esta forma, si un jugador se mantiene mucho tiempo en su zona de confort, se estará limitando. En estos casos, debemos buscar que la persona se fije nuevas metas, abandone los caminos más conocidos e ingrese en su zona de aprendizaje. Hay personas que les gusta pasar a esta zona y lo hacen habitualmente, pero a otras les asusta y para evitarlo buscan mantenerse solamente dentro de su zona de confort.
Obviamente, el salir hacia la zona de aprendizaje me va a permitir adquirir nuevas destrezas y habilidades, las cuales luego pasarán a ser parte de mi zona de confort. De esta forma, la persona logra extender su zona de confort.
Incluso algunas teorías hablan de una tercera zona, a la que denominan zona de pánico o zona mágica, según como la perciba. Es una zona donde asumo riesgos mucho mayores, y por tanto me pueden ocurrir cosas muy malas, pero al mismo tiempo, si me sale bien pueden ocurrirme cosas muy positivas. Es una zona de grandes retos y desafíos.
Llevando esta teoría a la práctica, podemos encontrar un jugador que abandona los límites de su juego más conocido, para jugar en un puesto distinto o con características diferentes. Esto le supone un desafío: mejorar ciertos aspectos técnicos, obligarse a defender más o manejar el juego con mayor inteligencia. Pero asume este reto, lo cual le genera una mayor ansiedad. Es un proceso en el cual se pone en riesgo, creyendo que tiene algo para ganar. Y lo logra. Al sumar estas características, se supera como jugador, pasa a ser un jugador más completo.
Generalizando esto, si encontramos un plantel en donde la mayor parte o todos los jugadores están seguros, con ansiedad cercana al cero debido a la escasa competencia interna (por falta de nivel en el plantel o porque el entrenador no fomenta dicha competencia), no habrá grandes esfuerzos de superación, y por tanto difícilmente se alcanzarán los mejores rendimientos tanto a nivel individual como colectivo.
Por el otro lado, si un plantel tiene una composición que permite la competencia interna, y un entrenador que la fomenta -no solo desde el discurso, sino desde la práctica misma-, los jugadores se verán obligados a entregarse más, asumir mayores riesgos (salir de la zona de confort), y con esto brindarán sus mejores rendimientos al equipo.
Para terminar, alguno podría cuestionar que no siempre esta competencia genera mejor rendimiento. Y es cierto, hay ejemplos en los que se da la situación inversa. Pensemos en el caso de la rotación entre Castillo y Lerda, en la cual se obtenían bajos rendimientos de ambos.
Aquí podemos afirmar, que la ansiedad no estaba en el grado óptimo, sino que aparecía en niveles exacerbados. La rotación se daba por errores, por lo cual ninguno de los dos sentía un nivel mínimo de seguridad que es necesario para poder rendir. La confianza de ambos estaba caída, y ninguno sentía respaldo, en un puesto además bastante especial.
El gran arte del entrenador consiste en generar una competencia interna en donde todos los jugadores se sientan con confianza (pero no acomodados), percibiendo que tienen oportunidades y que las elecciones son justas, en base a los esfuerzos que ellos realizan y rendimientos que ellos demuestran.
Hoy día estamos viendo buenos ejemplos de esto. Algunos jugadores de Peñarol han mejorado mucho su rendimiento, incluso sorprendiendo a su afición. Y una de las explicaciones, podríamos pensar, viene por este lado. ¿Pero cuál es la relación o el efecto?
Lo explico por dos lados: el futbolístico, y el psicológico. El primero, que si tengo un mejor rival en frente, eso me obliga a entrenar mejor y buscar superarme más. De esta forma, cada vez que hacemos fútbol, tengo un desafío mayor en quién me marca o a quién tengo que superar en ataque. Aquí se eleva el nivel de ambos, ya que el otro también va a tener que redoblar esfuerzos para contener mi mayor nivel.
Por el lado mental, se genera una tensión psicológica que si es bien manejada por el entrenador puede ser muy sana. El jugador se ve constantemente obligado a salir de su zona de confort, en la que se encuentra excesivamente seguro y tranquilo. ¿Por qué? Por el simple hecho de saber que si me dejo estar, si dejo de estar a mi máximo nivel, hay alguien atrás que puede ganar el puesto que es mío.
La zona de confort es un estado de ansiedad cero, donde la persona se siente sin sentido del riesgo. Y si bien la palabra ansiedad parece tener una connotación negativa, la realidad es que es necesario un cierto grado de ansiedad para obtener el mejor rendimiento deportivo. Uno de los factores que puede generar este nivel de alerta óptimo es la competencia interna de un plantel.
De esta forma, si un jugador se mantiene mucho tiempo en su zona de confort, se estará limitando. En estos casos, debemos buscar que la persona se fije nuevas metas, abandone los caminos más conocidos e ingrese en su zona de aprendizaje. Hay personas que les gusta pasar a esta zona y lo hacen habitualmente, pero a otras les asusta y para evitarlo buscan mantenerse solamente dentro de su zona de confort.
Obviamente, el salir hacia la zona de aprendizaje me va a permitir adquirir nuevas destrezas y habilidades, las cuales luego pasarán a ser parte de mi zona de confort. De esta forma, la persona logra extender su zona de confort.
Incluso algunas teorías hablan de una tercera zona, a la que denominan zona de pánico o zona mágica, según como la perciba. Es una zona donde asumo riesgos mucho mayores, y por tanto me pueden ocurrir cosas muy malas, pero al mismo tiempo, si me sale bien pueden ocurrirme cosas muy positivas. Es una zona de grandes retos y desafíos.
Llevando esta teoría a la práctica, podemos encontrar un jugador que abandona los límites de su juego más conocido, para jugar en un puesto distinto o con características diferentes. Esto le supone un desafío: mejorar ciertos aspectos técnicos, obligarse a defender más o manejar el juego con mayor inteligencia. Pero asume este reto, lo cual le genera una mayor ansiedad. Es un proceso en el cual se pone en riesgo, creyendo que tiene algo para ganar. Y lo logra. Al sumar estas características, se supera como jugador, pasa a ser un jugador más completo.
Generalizando esto, si encontramos un plantel en donde la mayor parte o todos los jugadores están seguros, con ansiedad cercana al cero debido a la escasa competencia interna (por falta de nivel en el plantel o porque el entrenador no fomenta dicha competencia), no habrá grandes esfuerzos de superación, y por tanto difícilmente se alcanzarán los mejores rendimientos tanto a nivel individual como colectivo.
Por el otro lado, si un plantel tiene una composición que permite la competencia interna, y un entrenador que la fomenta -no solo desde el discurso, sino desde la práctica misma-, los jugadores se verán obligados a entregarse más, asumir mayores riesgos (salir de la zona de confort), y con esto brindarán sus mejores rendimientos al equipo.
Para terminar, alguno podría cuestionar que no siempre esta competencia genera mejor rendimiento. Y es cierto, hay ejemplos en los que se da la situación inversa. Pensemos en el caso de la rotación entre Castillo y Lerda, en la cual se obtenían bajos rendimientos de ambos.
Aquí podemos afirmar, que la ansiedad no estaba en el grado óptimo, sino que aparecía en niveles exacerbados. La rotación se daba por errores, por lo cual ninguno de los dos sentía un nivel mínimo de seguridad que es necesario para poder rendir. La confianza de ambos estaba caída, y ninguno sentía respaldo, en un puesto además bastante especial.
El gran arte del entrenador consiste en generar una competencia interna en donde todos los jugadores se sientan con confianza (pero no acomodados), percibiendo que tienen oportunidades y que las elecciones son justas, en base a los esfuerzos que ellos realizan y rendimientos que ellos demuestran.