Bienvenido a la A
Y después de tantos años jugábamos en el fútbol grande.
Foto: iasa1914.com
Atrás habían quedado las frías tardes en canchas de tierra, con tribunas precarias y hasta sin baño. Atrás quedaba el Parque Fossa en invierno, donde supimos apalear el frío bajo el árbol, tomando mate del más cercano.
Todo eso había quedado atrás, estábamos ingresando al Gran Parque Central, escenario ejemplar del fútbol uruguayo, para enfrentar nada más ni nada menos que al copetudo Nacional, puntero del campeonato y con jugadores de muy buen nivel como Recoba, Scotti, Alonso, Fernández y tantos otros más.
Y ahí llegaba Sud América, también puntero para el asombro de todos. Y ahí llegábamos nosotros, los buzones de ley, los que estuvimos en las peores y lejanas canchas, como pocos hinchas de otros equipos estuvieron. Ahí estábamos nosotros, en un rinconcito del coqueto estadio de Nacional, con la ilusión intacta.
No nos importó que desde la llegada los coraceros nos miren como delincuentes. Tampoco nos importó que desde que bajamos del ómnibus nos tuviéramos que cruzar con un sinfín de personajes que nos miraban mal, y nos gritaban como si fuéramos a una guerra en lugar de un partido de fútbol.
Nosotros estábamos ahí, como siempre, para alentar a los gloriosos colores anaranjado y negro. Y antes de comenzar el partido nos dimos cuenta que no era un partido como los que estábamos acostumbrados a vivir.
Un hincha buzón es llevado preso por ingresar, previo cacheo a la entrada, 20 bombitas brasileras, como esas que llevamos a tantas canchas sin que nadie nos diga nada. Pero si eso fue extraño para nosotros, más extraño fue cuando comenzó el partido y no nos cobran un penal enorme a favor, bajo la desinteresada mirada de todos.
De ahí en adelante todo fue una tortura. Nacional se recompone y nos hace tres goles, haciendo imposible todo esfuerzo buzón. La diferencia de presupuesto se notó en la cancha, Nacional fue muy superior, aunque no tengo dudas que estaría escribiendo otras líneas si ese penal se hubiese cobrado. Pero no se cobró, y a nadie le importó.
Como si el dolor hubiese sido poco, a la salida la policía nos dejó encerrados mientras cientos de hinchas de Nacional pasan por al lado nuestro, con gestos ofensivos, insultos e invitaciones a pelear, a una hinchada que rebozaba de familias. Tampoco le importó a nadie, esto pasa todos los fines de semana, nos decían.
Yo creía que todos los fines de semana la gente iba con su familia a ver a su equipo, termo y mate en mano para disfrutar una tarde entre amigos. Que el fútbol era una excusa para encontrarse con amigos de cancha, compartir anécdotas, vivencias, pasar el rato juntos, y de paso pegar algún que otro grito para alentar a tus jugadores.
Yo creía que, para todos, el fútbol era eso, pero veo que me equivoqué. Bienvenido a la A Sud América, aunque ese domingo extrañé como nunca la B.
Todo eso había quedado atrás, estábamos ingresando al Gran Parque Central, escenario ejemplar del fútbol uruguayo, para enfrentar nada más ni nada menos que al copetudo Nacional, puntero del campeonato y con jugadores de muy buen nivel como Recoba, Scotti, Alonso, Fernández y tantos otros más.
Y ahí llegaba Sud América, también puntero para el asombro de todos. Y ahí llegábamos nosotros, los buzones de ley, los que estuvimos en las peores y lejanas canchas, como pocos hinchas de otros equipos estuvieron. Ahí estábamos nosotros, en un rinconcito del coqueto estadio de Nacional, con la ilusión intacta.
No nos importó que desde la llegada los coraceros nos miren como delincuentes. Tampoco nos importó que desde que bajamos del ómnibus nos tuviéramos que cruzar con un sinfín de personajes que nos miraban mal, y nos gritaban como si fuéramos a una guerra en lugar de un partido de fútbol.
Nosotros estábamos ahí, como siempre, para alentar a los gloriosos colores anaranjado y negro. Y antes de comenzar el partido nos dimos cuenta que no era un partido como los que estábamos acostumbrados a vivir.
Un hincha buzón es llevado preso por ingresar, previo cacheo a la entrada, 20 bombitas brasileras, como esas que llevamos a tantas canchas sin que nadie nos diga nada. Pero si eso fue extraño para nosotros, más extraño fue cuando comenzó el partido y no nos cobran un penal enorme a favor, bajo la desinteresada mirada de todos.
De ahí en adelante todo fue una tortura. Nacional se recompone y nos hace tres goles, haciendo imposible todo esfuerzo buzón. La diferencia de presupuesto se notó en la cancha, Nacional fue muy superior, aunque no tengo dudas que estaría escribiendo otras líneas si ese penal se hubiese cobrado. Pero no se cobró, y a nadie le importó.
Como si el dolor hubiese sido poco, a la salida la policía nos dejó encerrados mientras cientos de hinchas de Nacional pasan por al lado nuestro, con gestos ofensivos, insultos e invitaciones a pelear, a una hinchada que rebozaba de familias. Tampoco le importó a nadie, esto pasa todos los fines de semana, nos decían.
Yo creía que todos los fines de semana la gente iba con su familia a ver a su equipo, termo y mate en mano para disfrutar una tarde entre amigos. Que el fútbol era una excusa para encontrarse con amigos de cancha, compartir anécdotas, vivencias, pasar el rato juntos, y de paso pegar algún que otro grito para alentar a tus jugadores.
Yo creía que, para todos, el fútbol era eso, pero veo que me equivoqué. Bienvenido a la A Sud América, aunque ese domingo extrañé como nunca la B.