El déficit
Cada vez que el equipo tiene que salir a proponer y ganar o ganar, deja pasar la oportunidad.
Desde los primeros partidos de la era Munúa hasta el momento, parecen ser interminables los elogios y la confianza de la gente con este equipo. La mayoría de nosotros, al finalizar la participación en la copa, coincidíamos en lo mismo.
"Este es el camino", "algún día se nos va a dar si seguimos así" o "hay que darle para adelante con los pibes" fueron las frases más escuchadas y leídas de la semana.
Es que ver a este Nacional con Espino, Victorino, Romero, Carballo, Barcia y López, todos jugadores formados en el club y con gran sentido de pertenencia por la camiseta, ilusiona mucho y hace que nosotros, los que dejamos la vida, la billetera y muchas otras cosas más por alentar y acompañar al equipo, nos veamos bien representados y nos obligan a apoyar y depositar toda nuestra confianza sobre ellos.
Obviamente que no me voy a olvidar de tipos como Seba Fernández o Diego Polenta, que a pesar de haberse formado en otros equipos también juegan y sienten la camiseta igual que nosotros y se suman al gran cariño que le tiene la hinchada a este grupo.
Nada de todo esto va a cambiar por los resultados negativos y probablemente tengamos más alegrías que tristezas, pero no podemos dejar de ver las cosas malas que hemos tenido en este período.
¿Cuántos de nosotros fuimos este domingo al Parque sabiendo que había grandes chances de que se volviera a desaprovechar una nueva oportunidad de ganar este torneo? ¿A quién no se le vino a la mente lo que sucedió el año pasado en esta misma fecha?
¿Cuántos fueron los partidos decisivos que ganamos este año? ¿Por qué? Esas son las preguntas que se debería hacer este cuerpo técnico y la directiva a la hora de reforzar este plantel de cara a lo que viene.
¿Cuál será el grado de culpa que tiene el técnico, cuando cada vez que tuvo que echar mano al banco porque algún titular no estaba no encontró una solución?
Hoy creo que fue la máxima expresión de este sentimiento y Nacional terminó mostrando la peor versión del año. El técnico apeló a Carballo para jugar de Kevin (?) formando un mediocampo excesivamente de contención, y volvió a colocar a Gamalho de 9 (una de las contrataciones más vergonzosas de la historia).
Esto, sumado al bajón que se le notó a algunos futbolistas como Romero y Fucile, hizo que Munúa tuviera que buscar más soluciones en el banco. Mandó a Amaral a la cancha, que a pesar de su sobrepeso (nunca entendí lo del tratamiento) mostró cosas importantes, pero cometió un grave error.
Puso al pobre Barcia jugando de volante por izquierda, contagiándose de la horrorosa noche que tuvo Espino; y al argentino Barbaro (quien casi no había tenido minutos en todo el año) a jugar por derecha, cuando es un jugador cerradamente zurdo. Incluso en ningún momento intentó al menos cambiarlos de punta para probar y el mediocampo se murió quedándose definitivamente sin ideas.
El primer gol de Danubio había dejado a las claras que este Nacional no estaba preparado ni física ni mentalmente para dar vuelta la situación.
Para redondear su noche terrorífica, el DT mandó a la cancha a Mascia, un jugador totalmente intrascendente y que nunca estuvo en el plantel de Primera. El que quedó relegado fue Marcio Benítez, quien sí estuvo todo el año en el banco de relevos y casi no tuvo participación. Personalmente, inentendible.
En fin, la copa quedó atrás y el sueño deberá esperar al menos un año; y el campeonato está realmente complicado teniendo en cuenta todo lo anteriormente mencionado. El técnico cargará con la mochila de no ganar los partidos importantes y que cada vez que el equipo tiene que salir a proponer y ganar o ganar deja pasar la oportunidad.
Lo hecho internacionalmente de visita fue casi perfecto y muy alentador, pero la realidad es que hay que ganar de local, hay que ganar los partidos decisivos. Nos acostumbramos a empatar, a no salir a matar o morir y muchas veces a quedarnos en el molde sin arriesgar. Hemos ganado muy pocos partidos de los últimos jugados.
Vimos como, de tener todo para golear en un clásico, pasamos a quedarnos casi sin nada. Dejamos pasar una y otra vez la cantidad de chances que nos dio este torneo. Tuvimos todo para ganar en La Boca y no pudimos pasar de un nuevo empate, estuvimos a un penal y lo erramos.
Ahora debíamos ganar para prendernos en el torneo y jugamos el peor pardito del año y el hincha, que fue una máquina de arrasar con las entradas y de alentar en cada momento, se quedó sin nada.
El apoyo es incondicional, creemos que este es el camino, pero debemos corregir un montón de cosas y buscarle la solución a este déficit de no dar nunca el golpe de knock out y mandar a nuestro rival definitivamente a la lona. La comunión existe, el momento es durísimo y las espaldas, siempre anchas, están una bien pegadita a la otra.