“Porque la vida es una sinfonía agridulce” cantaba en los 90 The Verbe, en uno de esos casos donde una canción toma mucha más trascendencia que el resto de la obra de una banda.

Creo que todos los que seguimos a Sayago en estas primeras dos fechas sentimos cosas muy diferentes al final de cada juego. El primero nos dejó felices, confiados e ilusionados.

Dulces. Una contundente victoria frente a Unión Atlética hizo que el comienzo fuera inmejorable. Claridad en ataque, una defensa insoportable y personalidad para bancar la reacción del adversario fueron los elementos en los que se basó el triunfo. Si a eso le sumamos que fue ante un rival directo en la pelea por zafar de la zona baja, el resultado cobra aún mayor importancia.

Ante Tabaré el panorama fue diferente, nos fuimos con dudas y preocupación. Amargados. El rendimiento del equipo mermó considerablemente y debemos reconocer que el rival fue superior. Tenía bien estudiado nuestras virtudes, mostró experiencia y a partir de un tercer cuarto muy intenso fue quebrando el trámite.

Carecimos de alternativas ofensivas en momentos donde las individualidades no pudieron resolver, algo que debemos encarar para que no se reitere. Lo positivo estuvo en el cierre, donde conseguimos ponernos en partido gracias a la entrega y rebeldía de los jugadores.

Esto recién empieza y confiamos plenamente en el trabajo que todos están haciendo. Demostramos que vamos a dar pelea y sabemos a lo que debemos jugar para ganar.
Goes y Montevideo son los próximos rivales. Esperamos salir bien parados de esas visitas para mantenernos lo más cerca posible de los de arriba.

“¿Alguna vez has estado de bajón?” preguntaba The Verbe al final de esa hermosa Sinfonía Agridulce.

Muchas, cada vez que Sayago pierde, por ejemplo…