Hay que convencerse
¿Cómo no confiar de un equipo que se levantó de muchas peores? Sería una falta de respeto hacia nuestros jugadores.
No soy de escribir columnas mientras una serie está en disputa, por cábala y porque me gusta hacer un balance final, pero tantas cosas me han dejado estas tres primeras finales que voy a aprovechar este espacio.
De antemano sabíamos que la serie iba a ser difícil, que ellos se armaron para ser campeones sin excusas, que su plantel es más largo, que tienen gol por todos lados y que, sin dudas, eran y siguen siendo los favoritos.
De esa base creo que tenemos que partir para poder aspirar al campeonato. Esto no quiere decir que no crea en este equipo, todo lo contrario. Más aún, ¿cómo no confiar de un equipo que se levantó de muchas peores? Sería una falta de respeto hacia nuestros jugadores.
En el primer partido se vio el Trouville de la temporada regular y anteriores playoffs, defendiendo con los dientes apretados, tomando tiros cómodos, con confianza, metiéndolos y concentrado en el partido.
Pero en los siguientes dos partidos se dio un giro de 180 grados. El malhumor pasó de nuestro lado, no pudimos tomar casi ningún tiro bien parados, cuando los tomamos el aro parecía estar tapado y jugamos el juego que Malvín quiso.
Y no nos sobra nada. No podemos regalar ni un segundo; mucho menos darnos el lujo de regalar cuartos enteros. Es cierto que son el vigente campeón y que tienen soluciones por todos lados, pero si queremos abrazar a la gloria lo que no podemos permitir es que estén más concentrados que nosotros.
En gran parte del segundo y tercer juego en la cancha se notó lo que no puede pasar: que nosotros parezcamos los favoritos por la displicencia y que ellos parezcan ese cuadro luchador y metedor que no da una pelota por perdida.
Tenemos que jugar en un 200% y lograr que ellos jueguen en un 60% de sus posibilidades. Las dos juntas, no una u otra, las dos. ¿Díficil? Claro ¿Imposible? No, ni cerca. Contamos con jugadores que pueden levantar su nivel mucho más y ellos más que nadie lo saben. Además, como ya dije esta columna y no me cansé de decirlo columnas anteriores, hemos bailado con más feas.
Anímicamente estamos en un momento duro. Levantarse depende de nosotros, de todos y cada uno de nosotros. Dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchada.
Sí se puede, hay que convencerse. Hay que admitir que son superiores pero no invencibles. Necesitamos tirar todos para el mismo lado. Hay que dejar todo en cada pelota y hay que disfrutar. A no olvidarse que estamos en una final y que esto pasa una vez cada mucho, mucho tiempo.
No solo los jugadores, va también para nosotros, los hinchas atrevidos como yo, que pedimos mucho pero hay que hacer lo nuestro. Hay que aplaudir, hay que cantar, hay que picar papel y hay que ir de rojo. Hay que apoyar vaya como vaya el marcador y no puede quedar nada, ni un poco, por dar.
Estoy seguro, convencido, que aún quedan más "yo te daré". Nos vemos el sábado y las que vengan. Todos juntos, porque Pocitos es Trouville.
De antemano sabíamos que la serie iba a ser difícil, que ellos se armaron para ser campeones sin excusas, que su plantel es más largo, que tienen gol por todos lados y que, sin dudas, eran y siguen siendo los favoritos.
De esa base creo que tenemos que partir para poder aspirar al campeonato. Esto no quiere decir que no crea en este equipo, todo lo contrario. Más aún, ¿cómo no confiar de un equipo que se levantó de muchas peores? Sería una falta de respeto hacia nuestros jugadores.
En el primer partido se vio el Trouville de la temporada regular y anteriores playoffs, defendiendo con los dientes apretados, tomando tiros cómodos, con confianza, metiéndolos y concentrado en el partido.
Pero en los siguientes dos partidos se dio un giro de 180 grados. El malhumor pasó de nuestro lado, no pudimos tomar casi ningún tiro bien parados, cuando los tomamos el aro parecía estar tapado y jugamos el juego que Malvín quiso.
Y no nos sobra nada. No podemos regalar ni un segundo; mucho menos darnos el lujo de regalar cuartos enteros. Es cierto que son el vigente campeón y que tienen soluciones por todos lados, pero si queremos abrazar a la gloria lo que no podemos permitir es que estén más concentrados que nosotros.
En gran parte del segundo y tercer juego en la cancha se notó lo que no puede pasar: que nosotros parezcamos los favoritos por la displicencia y que ellos parezcan ese cuadro luchador y metedor que no da una pelota por perdida.
Tenemos que jugar en un 200% y lograr que ellos jueguen en un 60% de sus posibilidades. Las dos juntas, no una u otra, las dos. ¿Díficil? Claro ¿Imposible? No, ni cerca. Contamos con jugadores que pueden levantar su nivel mucho más y ellos más que nadie lo saben. Además, como ya dije esta columna y no me cansé de decirlo columnas anteriores, hemos bailado con más feas.
Anímicamente estamos en un momento duro. Levantarse depende de nosotros, de todos y cada uno de nosotros. Dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchada.
Sí se puede, hay que convencerse. Hay que admitir que son superiores pero no invencibles. Necesitamos tirar todos para el mismo lado. Hay que dejar todo en cada pelota y hay que disfrutar. A no olvidarse que estamos en una final y que esto pasa una vez cada mucho, mucho tiempo.
No solo los jugadores, va también para nosotros, los hinchas atrevidos como yo, que pedimos mucho pero hay que hacer lo nuestro. Hay que aplaudir, hay que cantar, hay que picar papel y hay que ir de rojo. Hay que apoyar vaya como vaya el marcador y no puede quedar nada, ni un poco, por dar.
Estoy seguro, convencido, que aún quedan más "yo te daré". Nos vemos el sábado y las que vengan. Todos juntos, porque Pocitos es Trouville.