¡A salvo!
La Roja es de Primera, cueste lo que cueste y le pese a quien le pese.
Luego de una semana muy sufrida en donde, dependiendo de nosotros mismos, no pudimos lograr escaparnos del descenso, finalmente lo conseguimos. Derrotamos como local a Olimpia 101 - 89 y así pusimos punto final al capítulo de la permanencia.
En esta columna no va a haber desglose del partido, ni cuarto por cuarto ni nada. Simplemente agradecer el esfuerzo de este plantel, que se armó a los ponchazos, a último momento y hasta sobre la marcha.
Agradecer a los Bertolinis, a los Lazzaronis, a los Taboadas (Emilio y Leandro), a los Pepusasas Pérezes (Alejandro y sus hermanos), a los San Migueles, a Brian Williams, que se metió rápidamente en el corazón del hincha, a Tony Danridge, la bestia que no solo está en nuestro corazón, sino que es como una especie de quiste el cual ningún hincha de Montevideo debería operarse.
Saludar también a la borregada del club que tuvo sus minutos y fueron llamados a jugar cuando la situación lo ameritó, y a continuación nombro en diminutivo: un Pablito de los Santos, un Marcelito Santos, un Juani Savariz, un Marceli Pierri, un Sebita Borteiro y un Maxi Bo.
Agradecer a este cuerpo técnico encabezado por Daniel Mancione que, por segunda vez, toma el equipo con el torneo empezado y logra el objetivo de dejarlo en Primera.
¿Qué decir? No somos un club grande, es cierto. Pero tampoco nos sentimos un equipo chico. Demostramos sí, ser únicos. Tenemos una forma de entender el básquetbol que va más allá del raciocinio habitual.
Nos divierte hacer sonidos graciosos (como imitar focas) mientras el rival tira un libre, cantar “Montevideo, qué lindo te veo” en un tono infantil y preescolar. Sí nos calentamos cuando perdemos y a veces se nos va la moto, y sí festejamos cuando ganamos pero, después del partido, cada uno a su casa que mañana será otro día.
Por ahí no tenemos una gran infraestructura de club social, pero sí gente y personajes que hacen de este club grande.
No tendremos títulos, ni grandes vitrinas, ni copas gigantescas, pero sí estamos orgullosos de lo que conseguimos y no nos olvidamos. Somos sufridos, venimos de jugar en Tercera toda una vida y probablemente algún dia volvamos allí, pero por el momento, y solo hasta que nosotros queramos, vamos a jugar la Liga.
Merecemos ser parte de esto, ya lo hemos demostrado y lo seguimos haciendo. Somos un cuadro duro de roer, un estorbo como he dicho en otras columnas, una molestia. Y estamos orgullosos de serlo. Ser campeón cuesta… dinero, inversión, tiempo, contrataciones… Pero no es algo natural, no sale del club, sino que viene de afuera.
Lo nuestro sí es natural, el esfuerzo diario de los hinchas, el salir corriendo del trabajo para ir al club, pagar entradas dos veces por semana, trasladarse para ver los partidos.
Se lo transmitimos a los jugadores, haciéndolos parte de esta familia que es la Rojita del Mercado y haciéndoles sentir el cálido abrazo del Mercadison, que nos devolvieron con la alegría de seguir perteneciendo a Primera.
Lo que venga de ahora en adelante es un premio. El objetivo principal ya está. Ahora a disfrutar, echarse hacia atrás y cosechar lo que se sembró. Tocará jugar en el interior del país y conocer ciudades, nuevas cantinas y las siempre atrayentes luces rojas de la ruta o “luz mala”, como creo que le dicen.
La Roja es de Primera, cueste lo que cueste y le pese a quien le pese. Y lo mejor de todo… es que puedo seguir robando una temporada más con esto de las columnas.
En esta columna no va a haber desglose del partido, ni cuarto por cuarto ni nada. Simplemente agradecer el esfuerzo de este plantel, que se armó a los ponchazos, a último momento y hasta sobre la marcha.
Agradecer a los Bertolinis, a los Lazzaronis, a los Taboadas (Emilio y Leandro), a los Pepusasas Pérezes (Alejandro y sus hermanos), a los San Migueles, a Brian Williams, que se metió rápidamente en el corazón del hincha, a Tony Danridge, la bestia que no solo está en nuestro corazón, sino que es como una especie de quiste el cual ningún hincha de Montevideo debería operarse.
Saludar también a la borregada del club que tuvo sus minutos y fueron llamados a jugar cuando la situación lo ameritó, y a continuación nombro en diminutivo: un Pablito de los Santos, un Marcelito Santos, un Juani Savariz, un Marceli Pierri, un Sebita Borteiro y un Maxi Bo.
Agradecer a este cuerpo técnico encabezado por Daniel Mancione que, por segunda vez, toma el equipo con el torneo empezado y logra el objetivo de dejarlo en Primera.
¿Qué decir? No somos un club grande, es cierto. Pero tampoco nos sentimos un equipo chico. Demostramos sí, ser únicos. Tenemos una forma de entender el básquetbol que va más allá del raciocinio habitual.
Nos divierte hacer sonidos graciosos (como imitar focas) mientras el rival tira un libre, cantar “Montevideo, qué lindo te veo” en un tono infantil y preescolar. Sí nos calentamos cuando perdemos y a veces se nos va la moto, y sí festejamos cuando ganamos pero, después del partido, cada uno a su casa que mañana será otro día.
Por ahí no tenemos una gran infraestructura de club social, pero sí gente y personajes que hacen de este club grande.
No tendremos títulos, ni grandes vitrinas, ni copas gigantescas, pero sí estamos orgullosos de lo que conseguimos y no nos olvidamos. Somos sufridos, venimos de jugar en Tercera toda una vida y probablemente algún dia volvamos allí, pero por el momento, y solo hasta que nosotros queramos, vamos a jugar la Liga.
Merecemos ser parte de esto, ya lo hemos demostrado y lo seguimos haciendo. Somos un cuadro duro de roer, un estorbo como he dicho en otras columnas, una molestia. Y estamos orgullosos de serlo. Ser campeón cuesta… dinero, inversión, tiempo, contrataciones… Pero no es algo natural, no sale del club, sino que viene de afuera.
Lo nuestro sí es natural, el esfuerzo diario de los hinchas, el salir corriendo del trabajo para ir al club, pagar entradas dos veces por semana, trasladarse para ver los partidos.
Se lo transmitimos a los jugadores, haciéndolos parte de esta familia que es la Rojita del Mercado y haciéndoles sentir el cálido abrazo del Mercadison, que nos devolvieron con la alegría de seguir perteneciendo a Primera.
Lo que venga de ahora en adelante es un premio. El objetivo principal ya está. Ahora a disfrutar, echarse hacia atrás y cosechar lo que se sembró. Tocará jugar en el interior del país y conocer ciudades, nuevas cantinas y las siempre atrayentes luces rojas de la ruta o “luz mala”, como creo que le dicen.
La Roja es de Primera, cueste lo que cueste y le pese a quien le pese. Y lo mejor de todo… es que puedo seguir robando una temporada más con esto de las columnas.