Hay hinchas e hinchas
El tiempo sabe poner las cosas en su lugar...
Está el hincha de la boca para afuera, el que todos los amigos saben de qué cuadro es, pero nunca se lo ve en la cancha.
Está el hincha que cuando los compromisos personales lo permiten, va a la cancha a ver a su equipo.
Está aquel hincha que trata de ir seguido, habla con poca gente y grita poco, pero disfruta cuando su equipo gana.
Y también está el hincha que desde que termina un partido comienza a vivir el próximo, sin importarle el resultado. Este tipo nunca se permite faltar a los partidos, se levanta y se acuesta pensando en su club. Desde el lunes está atento a quién va a poder jugar y quién no, investiga sobre su rival de turno, festeja como un gol si al rival se le lesiona algún jugador en la semana.
Pero también repasa el partido pasado una y otra vez. Se lamenta por tal jugada, repasa los goles errados como si esta vez la pelota fuera a ingresar al arco, y se vuelve a emocionar cuando repasa el gol que le dio el triunfo.
Ese hincha buzón, esos hinchas buzones eran los que desencajado de alegría pudiste ver en la tele con el gol de Federico Gallego frente a Miramar Misiones. Había tanta pasión, tanto amor, tanta presión contenida, que si en ese momento prendías la tele y no habías visto que estaban festejando un gol, hubieses pensado que el rubio hizo algo mal y los que estaban del otro lado querían matarlo.
Nada más lejano. Ese rubio, que está en el club hace tantos años que ya perdí la cuenta, hizo su primer gol en Primera División en el partido más importante. Ese muchachito que trabaja para el equipo más que para mostrarse, ese muchachito que luego del gol se besó el escudo, y no para vender humo como hacen todos, ese muchachito lo hizo con el mismo amor que tienen esos hinchas que tras el alambrado le gritaban desencajados.
Porque esos hinchas saben que tienen a uno de ellos en la cancha, a uno que va a dejar la vida por el club, a uno al cual lo ven como quien mira su reflejo en la pared. Porque Federico Gallego es ellos.
Pasarán algunos años para que ese muchachito se transforme en un señor, y esos hinchas puedan contarle a sus hijos lo que era sentirse en la cancha, en cada tranque, en cada lujo que él hacía.
El tiempo sabe poner las cosas en su lugar, el tiempo reconocerá todo lo que Federico Gallego es para este Sud América.
Está el hincha que cuando los compromisos personales lo permiten, va a la cancha a ver a su equipo.
Está aquel hincha que trata de ir seguido, habla con poca gente y grita poco, pero disfruta cuando su equipo gana.
Y también está el hincha que desde que termina un partido comienza a vivir el próximo, sin importarle el resultado. Este tipo nunca se permite faltar a los partidos, se levanta y se acuesta pensando en su club. Desde el lunes está atento a quién va a poder jugar y quién no, investiga sobre su rival de turno, festeja como un gol si al rival se le lesiona algún jugador en la semana.
Pero también repasa el partido pasado una y otra vez. Se lamenta por tal jugada, repasa los goles errados como si esta vez la pelota fuera a ingresar al arco, y se vuelve a emocionar cuando repasa el gol que le dio el triunfo.
Ese hincha buzón, esos hinchas buzones eran los que desencajado de alegría pudiste ver en la tele con el gol de Federico Gallego frente a Miramar Misiones. Había tanta pasión, tanto amor, tanta presión contenida, que si en ese momento prendías la tele y no habías visto que estaban festejando un gol, hubieses pensado que el rubio hizo algo mal y los que estaban del otro lado querían matarlo.
Nada más lejano. Ese rubio, que está en el club hace tantos años que ya perdí la cuenta, hizo su primer gol en Primera División en el partido más importante. Ese muchachito que trabaja para el equipo más que para mostrarse, ese muchachito que luego del gol se besó el escudo, y no para vender humo como hacen todos, ese muchachito lo hizo con el mismo amor que tienen esos hinchas que tras el alambrado le gritaban desencajados.
Porque esos hinchas saben que tienen a uno de ellos en la cancha, a uno que va a dejar la vida por el club, a uno al cual lo ven como quien mira su reflejo en la pared. Porque Federico Gallego es ellos.
Pasarán algunos años para que ese muchachito se transforme en un señor, y esos hinchas puedan contarle a sus hijos lo que era sentirse en la cancha, en cada tranque, en cada lujo que él hacía.
El tiempo sabe poner las cosas en su lugar, el tiempo reconocerá todo lo que Federico Gallego es para este Sud América.