Igual que ayer

Este fin de semana volvimos a rescatar un punto el Estadio Centenario, repitiendo errores, y también algunas virtudes.

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Al margen de lo -poco- que se vio dentro del campo de juego, fue lamentable lo que hicieron con la venta de entradas. La excelente idea de la venta previa, se ve por completo desvirtuada por el hecho de que además de ser previa, es la única forma de venta.

Si le gustará poco el fútbol al responsable de estas determinaciones, que para adquirir una entrada, había que hacerlo 6 horas antes en un Red Pagos, o bien, 2 horas antes en el Estadio.

Para ponerlo de una manera simple, si te levantaste tarde porque era domingo, y querías ir al Estadio, tu opción era ir a sacar la entrada a las 6 de la tarde y quedarte dos horas esperando que comience el partido. Lamentable. El espectáculo lo pagó con una pobre convocatoria.

Volviendo a lo que importa, es decir, a Racing, Larriera puso la que es, hasta ahora, la formación más conservadora que le hemos visto. La línea de 4 en el fondo (con Manuel en el lateral después del mal partido de Trindade en el clásico), un volante tapón que fue Cayetano (de mal partido), 4 volantes, y Gorocito muy solo arriba.

Probablemente la idea de nuestro entrenador haya sido controlar las pocas ideas que le surgen a Peñarol en ataque para después sacar alguna contra. Cayetano tomó como referencia a Zalayeta, y en el medio la idea pareció ser que Ezquerra distribuyera la pelota para que Agustín y Didi se acercaran a Gorocito.

Gutiérrez comandó algún ataque, y Zabala (y hasta el propio Lalo Aguilar) desbordó alguna vez, pero con un solo punta neto (que tampoco tuvo un gran primer tiempo), se nos hacía muy difícil inquietar el arco rival. Nuestros ataques se convirtieron en más que nada impulsos individuales, casi siempre de Agustín, o lo que es peor, en pelotazos, debido a la distancia que existió entre las líneas.

Así y todo, quizás la falla más grande en el plan del DT haya estado en Cayetano, quien no brilló en la marca de la manera que tendría que haberlo hecho para hacernos olvidar la cantidad incontable de pases mal ejecutados que dio. Si bien creo que nos superaron en el primer tiempo, el partido no era tan desparejo como malo.

Para abrir el marcador tuvo que aparecer (¿cuándo no?) un centro frontal desde 40 metros, para que nos vuelvan a cabecear en el área y nos conviertan por ese medio. Y así se fue la primera etapa.

Para el complemento salimos con otra disposición, pero con el mismo resultado: ataques que se diluían en tres cuartos del campo rival. No fue sino hasta que el entrado en años equipo de Peñarol se cansó, que empezamos a generar opciones de gol.

Seguíamos sin tener demasiado la pelota, pero cuando la teníamos corríamos la cancha y lastimábamos al oponente. Para esto fue fundamental el ingreso de Cristian Tabó, que suplanto a Gutiérrez después de que este último se perdiera un gol increíble frente al golero. Preocupante ya la situación de Agustín respecto a los goles errados.

Tabó no solo fue un dolor de cabeza constante en los minutos que estuvo en cancha, y motivó una falta que debió significar una expulsión, sino que lideró el contragolpe que nos dio el gol del empate. Se sacó varios hombres de encima y puso un pase excelente para Gorocito, que definió verdaderamente muy bien para igual el marcador.

Racing obtuvo el premio a no bajar los brazos. De hecho, en los siguientes minutos fuimos en busca del triunfo, aunque sin demasiadas ideas de cómo. El rival cayó en un estado de nerviosismo notorio y tratamos de aprovecharlo. No pudimos y conforme pasaron los minutos, nos empezó a seducir la idea de llevarnos aunque sea un punto. Tanto fue así que Mauricio Larriera colocó a Dudok en cancha para cerrar el partido, y así fue: se cerró con empate.

La semana que viene nos espera un partido vital por la fatídica frente a un equipo (Cerro) que se encuentra 3 puntos por debajo de nosotros. Es una fantástica oportunidad para tomar aire y encarar el final del torneo con otra cabeza. Hasta ese entonces, saludo cervecero.