Predispuestos a perder

Peñarol consiguió lo que pareció ir a buscar: una vergonzosa derrota.

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Los antecedentes al encuentro que disputó el plantel de Fosatti el martes por la noche no habían sido los mejores. El aurinegro había caído ante Cerro en un encuentro en el que, además de perder la punta del campeonato y los tres puntos, perdió a sus dos mejores delanteros: Jonathan Rodríguez y Marcelo Zalayeta.

Esa derrota no propiciaba el mejor clima para jugarse las chances en la competición internacional entre semana. Esperaba un viaje largo y un Santos Laguna “polenteadisimo”, por utilizar el adjetivo que mejor describa al elenco mexicano. No obstante los hinchas aguardábamos esperanzados, que el mejor de los peñaroles surgiera vehementemente ante esas condiciones adversas.

La situación obligaba a ganar, pero conociendo la técnica y sabiendo de la localía del rival, la mejor estrategia era afianzarse atrás y contragolpear con jugadores veloces y balones precisos.

Obviamente Fosatti no compartió este punto de vista, ya que colocó como atacantes a Pacheco y a Toledo, haciendo de los asedios visitantes una rudimentaria expresión de lentitud.

El aurinegro se encontró ganando al minuto, luego de una jugada en la que los mexicanos marcaron realmente mal. Peñarol estaba 1 - 0 y hasta nuestros jugadores parecían sorprendidos. ¿Cuánto iba a demorar el empate?

Los de Fosatti se metieron rápidamente atrás y el verdiblanco empezó a hacer notar la velocidad de sus jugadores. La alegría duró solo 7 minutos, luego de lo cual todo volvió a ser como antes.

Luego del empate el equipo de Torreón se adueñó del balón y del partido, pasando a dominar todas las acciones del match. Peñarol salía desprolijamente, pero era impreciso y predecible; y no logró sentirse cómodo en todo el partido.

En el comienzo del segundo tiempo se vieron, quizás, los mejores minutos del manya dentro del partido, pero duró hasta que Orozco sentenció el 2 - 1, terminando de enterrar cualquier ilusión de llevarse algún punto de tierras aztecas.

El tercero y el cuarto parecieron hacerse con mayor facilidad, ya que para ese entonces la línea de 5 del entrenador aurinegro era una horda de extenuados ancianos. Para ese entonces ya había ingresado Carlos Núñez (el de los goles importantes), quien no dudó ni un segundo en malograr la única opción de la segunda mitad.

Así parece haber terminado la participación del gigante Peñarol en la competición internacional. La desilusión de los hinchas tras tan decepcionante fracaso es mayúscula, pero creo que lo que más duele es la predisposición a perder que tuvo el equipo.

Pareció como si nunca hubieran creído en ellos mismos, como si la rebeldía y la entrega ante la adversidad fueran cosas del pasado.

Queda solo el consuelo del Torneo Clausura, que estamos obligados a ganar para salvar una temporada realmente nefasta y que no parece terminar más.