5 minutos más
Peñarol humilló a su clásico rival por cinco goles contra cero en una tarde de ensueño.
Como si se tratara de un sueño del que uno no quiere alejarse, el hincha intentó saborear cada instante del domingo clásico. Nada le era ajeno, cada bocanada de aire se tradujo en gritos y palabras de aliento para un equipo que fue protagonista desde el primer minuto.
El verdadero manya, el que va en las malas, el que se caga de frío, el que gasta platales en entradas y nunca deja de alentar acarició el cielo con la palma de su mano abierta y vivió momentos de inmortalidad y felicidad absoluta. A ese hincha no hay problema, no hay puteada del jefe, ni nota de examen que lo despierte de esta agraciada narcosis futbolística.
Y el plantel entero es responsable de esta hermosa sensación. Ese equipo que lleva en sus espaldas la gigantesca responsabilidad de representar al histórico club de oro y carbón, ayer estuvo a la altura de los ancestrales guerreros, de las increíbles anécdotas.
El Peñarol de las locuras y los milagros lo hizo de nuevo, como si los años oscuros nunca hubieran existido, el aurinegro le impuso todo el peso de la historia a Nacional. La paternidad se saboreó en cada pelota dividida, en cada pase de primera de Marcelo Danubio, en cada corrida de Jonathan Rodríguez, en cada sonrisa que exhibió el capitán. No hubo lugar para las excusas.
Y el hincha retribuyó esa tarea con aplausos, gritos y ensordecedores cánticos. La solvente actuación del equipo nos regaló además la posibilidad, cada vez más latente, de luchar por obtener el bicampeonato. Levantando el torneo local número cincuenta, sería una forma magnífica de coronar esta actuación que permanecerá imborrable en la memoria de los idólatras carboneros.
Quizás lo que hizo más disfrutable esta victoria fue lo sorprendente de la misma. Ni el más optimista de los hinchas imaginaba cinco tantos de diferencia entre los dos planteles. Incluso en nuestra columna anterior haciamos referencia a la superioridad de Peñarol, pero jamás contábamos con una contundencia semejante. Cuando nos agarran por sorpresa, ahí es cuando son más lindos los sueños.
Creo que este clásico puede servir para dar vuelta definitivamente una página, y comenzar a escribir la historia de Peñarol en el siglo XXI, a la hegemonía que nos hace tan distintos no la extinguen ni el tiempo ni las breves circunstancias adversas.
Está escrito a fuego en el destino que el amarillo y el negro son más fuertes que el blanco. Quizás el próximo clásico ganemos 10 a 0, pero hoy la alegría y el orgullo de ser hincha de Peñarol no me lo quita nadie. No me despierten, déjenme soñar 5 más.