El menos peor
Ya con Fénix atrás, Peñarol pone la mira en su tradicional rival.
La fiebre post McCartney empieza a bajar y el año uruguayo recibe en su primer fin de semana a ese hermoso acontecimiento plagado de color y emoción denominado “clásico”. La histórica mística que rodea a este espectáculo se ve opacada por una ausencia de fútbol tremenda en los equipos protagonistas.
Aunque la emoción, la expectativa y la pasión parecen aumentar con el tiempo, el buen trato de balón, los goles y la gambeta escasean en un nivel alarmante.
Este clásico en particular encuentra a los grandes en un momento especial. Aunque ambos producen asco al verlos jugar, viven una realidad bastante diferente: lógicamente el más grande de los dos se está puntero, mientras que Nacional (aunque ha mejorado en sus últimas apariciones) viene haciendo un pésimo Clausura.
El aurinegro, más alla de haber tenido tardes de inspiración, no ha logrado cuajar un once que mueva bien la pelota y gane con tranquilidad a lo largo de todo el campeonato. No obstante Jorge Fosatti ha logrado suficientes victorias como para alcanzar la cima del torneo corto y afrontar el “derbi” con mayor tranquilidad.
Sin embargo, el hecho de ser el menos peor de los dos no es motivo para excesos de confianza: los partidos hay que jugarlos y los clásicos son clásicos, casi tanto como Kesman es Kesman. Además, si vemos los antecedentes podemos concluir que los rivales que peor juegan son los que más le han costado al más grande de los grandes.
Es obligación el salir a jugar con la vieja mística que engalana a los once leones de oro y carbón cuando enfrentan al rival de toda la vida. Esa mística que tan bien pudieron invocar en los anteriores clásicos oficiales.
Habrá que apelar a esa rebeldía que contagian Darío, Bizera, Aguiar o Pacheco, y ¿por qué no? a algún chispazo de magia del “Cabecita” o del eterno Marcelo Zalayeta.
El hincha mirasol, por su parte, vive una semana por demás especial: además de un clásico, el del próximo domingo es un partido bisagra que, de ganar, dejaría al decano en una situación inmejorable para obtener el Clausura y ¿por qué no? el cincuentavo título uruguayo.
Estamos tranquilos, porque el plantel también sabe de la importancia de este encuentro y confiamos en que no nos va a desilusionar. No existe el “jugar bien” o “jugar mal” a estas instancias y en estos partidos, todo lo que podemos hacer es esperar por un Peñarol protagonista, batallador y efectivo, que es ni más ni menos lo que nos manda nuestra rica historia.
Aunque la emoción, la expectativa y la pasión parecen aumentar con el tiempo, el buen trato de balón, los goles y la gambeta escasean en un nivel alarmante.
Este clásico en particular encuentra a los grandes en un momento especial. Aunque ambos producen asco al verlos jugar, viven una realidad bastante diferente: lógicamente el más grande de los dos se está puntero, mientras que Nacional (aunque ha mejorado en sus últimas apariciones) viene haciendo un pésimo Clausura.
El aurinegro, más alla de haber tenido tardes de inspiración, no ha logrado cuajar un once que mueva bien la pelota y gane con tranquilidad a lo largo de todo el campeonato. No obstante Jorge Fosatti ha logrado suficientes victorias como para alcanzar la cima del torneo corto y afrontar el “derbi” con mayor tranquilidad.
Sin embargo, el hecho de ser el menos peor de los dos no es motivo para excesos de confianza: los partidos hay que jugarlos y los clásicos son clásicos, casi tanto como Kesman es Kesman. Además, si vemos los antecedentes podemos concluir que los rivales que peor juegan son los que más le han costado al más grande de los grandes.
Es obligación el salir a jugar con la vieja mística que engalana a los once leones de oro y carbón cuando enfrentan al rival de toda la vida. Esa mística que tan bien pudieron invocar en los anteriores clásicos oficiales.
Habrá que apelar a esa rebeldía que contagian Darío, Bizera, Aguiar o Pacheco, y ¿por qué no? a algún chispazo de magia del “Cabecita” o del eterno Marcelo Zalayeta.
El hincha mirasol, por su parte, vive una semana por demás especial: además de un clásico, el del próximo domingo es un partido bisagra que, de ganar, dejaría al decano en una situación inmejorable para obtener el Clausura y ¿por qué no? el cincuentavo título uruguayo.
Estamos tranquilos, porque el plantel también sabe de la importancia de este encuentro y confiamos en que no nos va a desilusionar. No existe el “jugar bien” o “jugar mal” a estas instancias y en estos partidos, todo lo que podemos hacer es esperar por un Peñarol protagonista, batallador y efectivo, que es ni más ni menos lo que nos manda nuestra rica historia.