Simplemente gracias
Aplaudo de pie a este equipo, a esta hinchada, a este club que es mucho más que un club, y es un aplauso más fuerte que cualquier festejo.
No es un final, no es un adiós, este camino que trazamos dejó huella e hizo historia. No se perdió nada en relación a lo que se ganó. Podríamos haber alcanzado más, sí. Podríamos haber conseguido un bicampeonato con el que supimos soñar, también.
Pero después de 37 años fuimos campeones y, por si eso fuese poco, somos hoy los segundos de Sudamérica y terceros de América. Eso no estaba en ningún sueño, en ningún plan, ni en ninguna loca predicción, pero sí es realidad hoy, ladren lo que ladren los demás.
Supimos de empuje y valentía, de corazón, de sangre. Un equipo que dio todo acá y allá. Con sus fortalezas enormes y debilidades que supieron marcarnos; claro está que cuando hay desorden adentro el de afuera pisa con más ganas.
Jugamos más minutos que cualquier equipo, enfrentamos a innumerables rivales, fuimos de acá para allá y se dejó todo donde marcó la ocasión. Aplaudo de pie a este plantel, a esta hinchada, a este club que es mucho más que un club, y es un aplauso más fuerte que cualquier festejo. Simplemente gracias.
Se terminó sí para nosotros un ritmo de vida atípico, ir a la cancha una, dos y tres veces a la semana, suspender actividades, faltar a los trabajos, pausar estudios con la única razón de seguirte, de alentarte, de estar en el lugar que tocara estar sin importar tiempos ni espacios.
Se demostró que somos únicos y no por cantar más, y no por aplaudir de pie, sino por ser la única hinchada de básquetbol que sale al mundo atrás de este amor. Hay tantas historias de vida distintas que se aúnan en un solo sentimiento, una familia enorme que se mueve en rojo, verde y blanco.
Un recuerdo que queda inmortalizado para siempre y la alegría de un barrio que no se olvida nunca más. Porque supimos hacer vibrar cualquier cancha, tener un año y medio de carnaval ininterrumpido y hacer que todo el país esté pendiente de nuestro picar de la pelota. Enfrentamos gigantes pero demostramos ser inmensos.
Pero después de 37 años fuimos campeones y, por si eso fuese poco, somos hoy los segundos de Sudamérica y terceros de América. Eso no estaba en ningún sueño, en ningún plan, ni en ninguna loca predicción, pero sí es realidad hoy, ladren lo que ladren los demás.
Supimos de empuje y valentía, de corazón, de sangre. Un equipo que dio todo acá y allá. Con sus fortalezas enormes y debilidades que supieron marcarnos; claro está que cuando hay desorden adentro el de afuera pisa con más ganas.
Jugamos más minutos que cualquier equipo, enfrentamos a innumerables rivales, fuimos de acá para allá y se dejó todo donde marcó la ocasión. Aplaudo de pie a este plantel, a esta hinchada, a este club que es mucho más que un club, y es un aplauso más fuerte que cualquier festejo. Simplemente gracias.
Se terminó sí para nosotros un ritmo de vida atípico, ir a la cancha una, dos y tres veces a la semana, suspender actividades, faltar a los trabajos, pausar estudios con la única razón de seguirte, de alentarte, de estar en el lugar que tocara estar sin importar tiempos ni espacios.
Se demostró que somos únicos y no por cantar más, y no por aplaudir de pie, sino por ser la única hinchada de básquetbol que sale al mundo atrás de este amor. Hay tantas historias de vida distintas que se aúnan en un solo sentimiento, una familia enorme que se mueve en rojo, verde y blanco.
Un recuerdo que queda inmortalizado para siempre y la alegría de un barrio que no se olvida nunca más. Porque supimos hacer vibrar cualquier cancha, tener un año y medio de carnaval ininterrumpido y hacer que todo el país esté pendiente de nuestro picar de la pelota. Enfrentamos gigantes pero demostramos ser inmensos.