La última batalla
Dejaron todo. Queríamos más. No alcanzó. Un palo y afuera.
Foto: fifa.com
No pudimos dar vuelta la serie. Ganamos, pero no alcanzó. Y nos despedimos de la Libertadores de la mejor manera que, a la vez, es la que más duele. Porque no existen enojos o reproches, solamente tristeza por un sueño que se nos escapa.
Me pregunto si logro dimensionar lo que hizo Defensor. No estoy segura. Tengo 21 años y no viví la hazaña del 76. Pero el martes me tocó vivir la primera semifinal por Libertadores en la historia de Defensor. Me repito a mí misma lo afortunada que soy de haber nacido en esta época y ser testigo de uno de los máximos logros de mi club.
Leo un artículo del Sport Ilustrado del 21 de julio de 1976 (una joyita, que habla del flameante campeón) que dice: "La última prueba, la última batalla fue tan dura, tan dramática, tan llena de emoción como cada partido del campeonato. Porque para llegar debió vencer a todo y a todos. Tuvo que apretar los dientes en cada partido que fue una final". Y me convenzo de que hay un denominador común en todo esto.
En esta Libertadores, Defensor dejó por el camino a Cruzeiro, Garcilaso, The Strongest y Nacional de Medellín. Y a todos les jugó de igual a igual. Planteando un partido inteligente, buscando recoger puntos afuera y sentenciar la victoria en casa.
Con un grupo de jugadores que derrochó calidad. Que dejaron la vida en cada pelota dividida. Que jugaron con el corazón. Nadie nos regaló nada y el orgullo es inmenso.
Este plantel dejó grabado sus nombres en la historia violeta. Y esta historia quedará guardada como el mejor de los recuerdos.
El martes se perdió la serie, pero se ganó mucho más. Se ganó credibilidad. Se ganó confianza. Pero aún mejor, les abrió el camino a los que vendrán después. Demostró que no estamos lejos. Demostró que cuando se trabaja bien, las cosas salen. Demostró ser fiel a su estilo.
Quizás merecimos más. Por eso, lo de ayer duele. Y por eso seguramente ese travesaño nos va a perseguir un tiempo. Pero solo hasta que vengan otros, los que heredarán este legado, a terminar lo que una vez, un 29 de julio de 2014, un grupo de héroes empezó.
Me pregunto si logro dimensionar lo que hizo Defensor. No estoy segura. Tengo 21 años y no viví la hazaña del 76. Pero el martes me tocó vivir la primera semifinal por Libertadores en la historia de Defensor. Me repito a mí misma lo afortunada que soy de haber nacido en esta época y ser testigo de uno de los máximos logros de mi club.
Leo un artículo del Sport Ilustrado del 21 de julio de 1976 (una joyita, que habla del flameante campeón) que dice: "La última prueba, la última batalla fue tan dura, tan dramática, tan llena de emoción como cada partido del campeonato. Porque para llegar debió vencer a todo y a todos. Tuvo que apretar los dientes en cada partido que fue una final". Y me convenzo de que hay un denominador común en todo esto.
En esta Libertadores, Defensor dejó por el camino a Cruzeiro, Garcilaso, The Strongest y Nacional de Medellín. Y a todos les jugó de igual a igual. Planteando un partido inteligente, buscando recoger puntos afuera y sentenciar la victoria en casa.
Con un grupo de jugadores que derrochó calidad. Que dejaron la vida en cada pelota dividida. Que jugaron con el corazón. Nadie nos regaló nada y el orgullo es inmenso.
Este plantel dejó grabado sus nombres en la historia violeta. Y esta historia quedará guardada como el mejor de los recuerdos.
El martes se perdió la serie, pero se ganó mucho más. Se ganó credibilidad. Se ganó confianza. Pero aún mejor, les abrió el camino a los que vendrán después. Demostró que no estamos lejos. Demostró que cuando se trabaja bien, las cosas salen. Demostró ser fiel a su estilo.
Quizás merecimos más. Por eso, lo de ayer duele. Y por eso seguramente ese travesaño nos va a perseguir un tiempo. Pero solo hasta que vengan otros, los que heredarán este legado, a terminar lo que una vez, un 29 de julio de 2014, un grupo de héroes empezó.