Por el buen camino
Perdimos bien, pero si nos llevábamos un punto del Centenario nadie podía quejarse.
Se podría decir que “perdimos bien” si se tiene en cuenta que en el primer tiempo pudimos habernos llevado dos o tres goles tranquilamente por facilidades defensivas otorgadas.
También suena lógico el “perdimos bien” porque un chispazo fortuito de Alonso terminó en la red, en una de las pocas distracciones de la última zona en el segundo tiempo.
Y ni que hablar que es sensato evaluar que “perdimos bien” porque generamos muy pocas chances serias de gol en los 90 minutos, aunque al final, seamos justos, por muy poco no terminamos empatando.
“Perdimos bien”, pero si nos llevábamos un punto del Centenario nadie podía quejarse. Mostramos muy buenas intenciones tácticas, con un énfasis en tratar bien la pelota siempre que se pueda. Mostramos también que -de a ratos, porque todavía falta rodaje- podemos controlar los partidos, incluso ante un muy buen equipo como Nacional.
La necesidad de aumentar el desborde por los laterales, la angustia puesta de manifiesto de a ratos por terminar de ajustar el triángulo final, la inexplicable -al menos para mí- sucesión de resbalones y caídas -desconozco si por problemas de la cancha, de los zapatos o de las leyes de gravedad- y alguna inexperiencia a la hora de sacar pequeñas ventajas tácticas todavía son aspectos negativos a superar.
Pero hay que ser claros: por lo hecho en el segundo tiempo y por lo visto ante Rampla en la primera fecha, no podemos menos que ser optimistas. Lo que se vio, en términos generales, dejó abierta una esperanza de buen juego, una expectativa de fútbol agradable y efectivo.
Pero también mostró que podemos -como nos pasó el sábado- terminar perdiendo un partido que estaba para cerrarse con un cero redondo, por una jugada desafortunada, una distracción o, en palabras textuales de nuestro técnico Jorge Vivaldo: “Perdimos el partido en una jugada tonta".
Tenemos grandes valores en nuestro plantel. Tenemos un cuerpo técnico con ganas de hacer historia. Tenemos calma institucional y gerencial. Tenemos a la hinchada contenta, acostumbrada ya de nuevo a competir en la A. Tenemos que demostrar todas estas virtudes el próximo fin de semana contra nuestros vecinos de Rentistas. Tenemos las ganas y la capacidad. Tenemos casi todo.
Y, como quedó expuesto una vez más este sábado, tenemos el karma del arbitraje, compartido con muchos otros “chicos”. Esa delicada tendencia a ayudar al grande a meterte en tu cancha cobrándote faulcitos o inventándolos, sacándote amarillas por infracciones que no lo merecen o por las mismas patadas que propinadas por el grande ameritan un “siga siga” o una palmadita en la espalda.
¡Pero si sabremos nosotros lo que es entrar a jugar once contra catorce!
También suena lógico el “perdimos bien” porque un chispazo fortuito de Alonso terminó en la red, en una de las pocas distracciones de la última zona en el segundo tiempo.
Y ni que hablar que es sensato evaluar que “perdimos bien” porque generamos muy pocas chances serias de gol en los 90 minutos, aunque al final, seamos justos, por muy poco no terminamos empatando.
“Perdimos bien”, pero si nos llevábamos un punto del Centenario nadie podía quejarse. Mostramos muy buenas intenciones tácticas, con un énfasis en tratar bien la pelota siempre que se pueda. Mostramos también que -de a ratos, porque todavía falta rodaje- podemos controlar los partidos, incluso ante un muy buen equipo como Nacional.
La necesidad de aumentar el desborde por los laterales, la angustia puesta de manifiesto de a ratos por terminar de ajustar el triángulo final, la inexplicable -al menos para mí- sucesión de resbalones y caídas -desconozco si por problemas de la cancha, de los zapatos o de las leyes de gravedad- y alguna inexperiencia a la hora de sacar pequeñas ventajas tácticas todavía son aspectos negativos a superar.
Pero hay que ser claros: por lo hecho en el segundo tiempo y por lo visto ante Rampla en la primera fecha, no podemos menos que ser optimistas. Lo que se vio, en términos generales, dejó abierta una esperanza de buen juego, una expectativa de fútbol agradable y efectivo.
Pero también mostró que podemos -como nos pasó el sábado- terminar perdiendo un partido que estaba para cerrarse con un cero redondo, por una jugada desafortunada, una distracción o, en palabras textuales de nuestro técnico Jorge Vivaldo: “Perdimos el partido en una jugada tonta".
Tenemos grandes valores en nuestro plantel. Tenemos un cuerpo técnico con ganas de hacer historia. Tenemos calma institucional y gerencial. Tenemos a la hinchada contenta, acostumbrada ya de nuevo a competir en la A. Tenemos que demostrar todas estas virtudes el próximo fin de semana contra nuestros vecinos de Rentistas. Tenemos las ganas y la capacidad. Tenemos casi todo.
Y, como quedó expuesto una vez más este sábado, tenemos el karma del arbitraje, compartido con muchos otros “chicos”. Esa delicada tendencia a ayudar al grande a meterte en tu cancha cobrándote faulcitos o inventándolos, sacándote amarillas por infracciones que no lo merecen o por las mismas patadas que propinadas por el grande ameritan un “siga siga” o una palmadita en la espalda.
¡Pero si sabremos nosotros lo que es entrar a jugar once contra catorce!