Domingo en rojo y verde
Ojalá todos aprendamos a prestar un poquito de nuestro tiempo para hacer al club un poquito más grande.
Todo empezó bien tempranito, es que el barrio corría. Un grupo de hinchas de esos que quieren al club sin peros, esos que no entienden de tablas del descenso, ni de ascensos, ni nada. Quieren al club, punto.
En quijotesca labor, para un club como Rampla y su coyuntura, se propusieron organizar una Correcaminata con motivo del centenario de nuestra institución. ¡Y vaya que lo lograron! Tiñeron la rambla del barrio más lindo del mundo de dos colores: rojo y verde.
“Todo muy Rampla” suelo decir cuando nos comemos un gol por perder una marca, o rifando una bocha. Bueno, llegar a la meta luego de correr 5 kilómetros (entienda usted, querido lector, que para un programador como quien escribe se trata de todo un logro) y encontrar a uno de los capitanes del equipo entregando medallas, cuando horas después nos jugábamos una parada dificilísima frente a Wanderers, me llena de orgullo. ¡Eso, eso es Rampla!
Ver a niños, adultos, hinchas, no hinchas, jugadores de nuestras divisiones juveniles y hasta ex jugadores corriendo me hizo emocionar hasta más que cualquier logro deportivo reciente. ¿Lágrimas? Capaz...
Quizás no fue la más profesionales de las carreras, ni la mejor organizada, no sé, no me importa. Fue Rampla, muy Rampla, y eso a mí me alcanza y sobra. Desde este humilde espacio, me saco el sombrero ante quienes prestaron su tiempo para hacer esto y les agradezco muchísimo.
Ojalá todos aprendamos a prestar un poquito de nuestro tiempo para hacer al club un poquito más grande. Porque aunque parezca un lugar común, el club es eso, su gente. ¡Chapeau!
Pero el domingo no terminó ahí.
Unos horitas después, los que corrían eran ellos. En Belvedere y contra Wanderers, el vice campeón uruguayo. Medio en joda y medio en serio, entre hinchas post-carrera nos decíamos: “¡Qué lindo ganar hoy para cerrar un domingo redondito!”. Y se nos dio.
Siendo justos, quizás el resultado debió haber sido empate. Pero lo ganamos en buena ley.
Las dos líneas de cuatro parecen haber llegado para quedarse, así como el fútbol vertical y de respuesta. No me molesta, es lo que tenemos, y parece que empezamos a saber a qué jugamos. Nos falta mucho, pero es un buen comienzo.
La entrega y solidaridad son moneda corriente entre los once que nos representan con la rojiverde y eso se nota. Sobre esa base logramos ganarle al “copetudo” Wanderers.
El primer tiempo fue difícil, defendimos bien, pero no encontramos la forma de explotar la velocidad y potencia de nuestros delanteros. Había mucha distancia entre la línea de volantes y ellos, por ende cuando les llegaba la pelota les era complicado conectar.
El equipo se replegó bien y es eso lo más rescatable de la primera mitad. Para la segunda parte, la cosa cambió. Wanderers se fue más arriba, se expuso más en defensa y empezaron a aparecer los espacios para Dzeruvs y D’Albenás.
El ingreso de Maxi Arias le dio más quite al mediocampo rojiverde y hasta potenció la labor del “Pichu” Román.
Las contras eran peligrosas y ya habíamos anunciado un par de veces; el juvenil a préstamo de River Plate lo tuvo y no pudo capitalizar. Del otro lado, un viejo conocido, Sebastián Gularte, se acordó de sus tiempos con la rojiverde y nos perdonó un par de veces. ¡Gracias Seba!
El partido parecía irse con empate, y yo -debo confesar- lo firmaba. Pero apareció Paul sacando oro de un outball. Le hicieron un penal que Malán cambió por gol. Ese es el Dzeruvs que queremos ver, picante, rápido e insoportable para los defensas rivales. Como hincha celebro su presente.
De ahí al final fue momento para aguantar el partido y hacernos de tres puntos que cerraban un domingo perfecto.
En resumen: no fue un campeonato, ni una copa internacional, ni siquiera un Uruguayo, nada. Fue una actividad en el barrio. Rambla, Memorial, amigos y tres puntazos. Pero debo confesar que yo ayer me sentí campeón del mundo.
Más que nunca: ¡Tranquilo’ nosotros! ¡Fuerza Rampla, a seguir metiendo!