A lo Wanderers

Volvimos a la victoria. A puro toque y mucho dribling, a pura gambeta y pared.

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Con una semana previa cargada de polémica por la fijación del Estadio Centenario como escenario, los pibes de Alfredo recibían de “local” a Peñarol en el Estadio. Así de raro como suena.

Los hinchas de Nacional no demoraron en saltar, como nerviosos porque a ellos los llevamos siempre al Parque Viera y a Peñarol últimamente -por diferentes motivos- no lo podemos hacer.

Pero las imágenes eran claras y contundentes: el campo de juego del Viera era imposible para plasmar el juego de Alfredo Arias. Y solo para aclarar: ya no se puede trocar los derechos de local como se podía hacer antes.

Dejando de lado la polémica, vamos a lo divertido. Muchos nos tildaban de beneficiar a Peñarol y no se dan cuenta que lo único que queremos es animar este campeonato con buen fútbol. Y así fue. La cancha lo permitió y Wanderers volvió a poner sus instrumentos en orden y plasmar otra orquesta de fútbol en el Estadio Centenario.

Como lo venimos diciendo nota tras nota, el equipo realmente juega bien y muchas veces es superior al rival. Sacando el partido con Fénix, mereció algo más en los otros partidos que perdió en el campeonato.

Con figuras interesantísimas, como los dos laterales (Maxi y Alex), que dejaron un surco en el Estadio de tanto subir por las bandas; Nico Freitas y Colombino, que fueron tractores en la mitad de la cancha; Gastón Bueno, que fue una muralla en el fondo; Emiliano Díaz, que sacó una pelota en la línea; Nico Albarracín, que no se cansa de hacer los goles importantes; y un Gastón Rodríguez iluminado.

Y usted se preguntara: ¿se olvidó del mejor de la cancha? No. Yo creo que merece un párrafo aparte, hasta ahora la gran figura del campeonato del bohemio, Dieguito Riolfo. Le pegaron y se levantó siempre, no se cansó de driblear a los jugadores de Peñarol y coronó su actuación con un gol. Y por si fuera poco, jugó todo el partido con un dedo quebrado de la mano.

Lo de Peñarol, muy poco. Aunque tuvo algunas chances de llegar al empate, se dedicó a pegar y no a jugar. Pero peor fue lo del árbitro que lo dejó hacer e inexplicablemente no expulsó a ningún jugador.

Las estadísticas son claras: 27 faltas hizo Peñarol durante el partido, que merecieron 6 tarjetas amarillas pero ninguna tarjeta roja. Sigo sin entender de qué se queja Fossatti.

El bohemio desperdició demasiadas chances de gol, que perfectamente podrían haber terminado en goleada. Luego de una serie de cambios y el lógico nerviosismo, el equipo se empezó a tirar un poco atrás y a sufrir en alguna jugada aislada, cosa que no merecíamos.

Pero volvimos a la victoria. Y lo hicimos “a lo Wanderers”, como nos gusta a los hinchas. A puro toque y mucho dribling, a pura gambeta y pared. Justo resultado para seguir creyendo en este equipo y este cuerpo técnico, que se sienten identificados con esta camiseta.