Las manos vacías
Rampla jugó de buena manera frente a Nacional. Nos plantamos, jugamos y tuvimos nuestras chances.
No se trataba de un partido más. Rampla volvía al Estadio Centenario luego de no menos de dos años y algo. Como siempre con el rótulo de “partido fácil”, “rival accesible” y tantas otros más. Propios de gente, que no ve nunca al equipo y habla en base a un resumen de goles, con suerte. Seguramente esos mismos ahora digan que Rampla los sorprendió, etcétera.
A mí -que fui a todos los partidos- no me sorprendió. Creo que Saralegui acertó fechas atrás cuando decidió jugar sin enganche; poblando la mitad de cancha, cambiando a un fútbol más de respuesta (sin ánimo de etiquetar nuestra propuesta). Con este planteo demostramos no ser menos que ninguno de los rivales que enfrentamos.
Rampla jugó de buena manera frente a Nacional. Nos plantamos, jugamos y tuvimos nuestras chances. El primer tiempo fue parejo, pudimos haber recibido goles (siempre se encontraron con la sólida actuación de Bernardo) y también pudimos haber abrochado alguno de contra. La tarea de Paul y Malán fue muy positiva, fallando quizás solo en el último toque. Nuestros delanteros interpretaron el juego de manera correcta. Aguantaron el balón cuando correspondía, buscaron la falta si era necesario y fueron al frente cuando la ocasión lo ameritaba. Corresponde destacar el trabajo de Marcel Román, quitando, relevando y jugando. También el propio Diego Galo -que comenzó impreciso y medio perdido- tuvo buenos momentos en la mitad de cancha rojiverde.
En defensa, pese a que por momentos pasamos las zozobras lógicas de enfrentar a un grande en el Estadio, fue importante la actuación de los laterales marcando. La ya conocida entrega del “Coto” fue acompañada por una muy prolija labor del debutante Montero.
La segunda mitad nos encontró adueñandonos de las divididas y conteniendo muy bien al rival. Pasaban los minutos y los dirigidos por Álv*r* G*t**rr*z (descuento que usted, memorioso lector, sabe el porqué de los asteriscos) no encontraban su fútbol. Tuvimos nuestras chances; entre ellas una que sacaron de la línea y otra de Aprile pero no la mandamos a guardar. Desde la tribuna nos mirábamos entre los hinchas y nos decíamos “es ahora”, “es el momento de hacer el gol” para especular con el nerviosismo del rival. No pudimos, y quizás ese fue nuestro mayor error.
Ellos acumulaban gente en el área, llegaron a tener tres nueves. Saralegui optó por no poner un defensa; decisión con la que estoy de acuerdo. Era colgarse del travesaño, en mi humilde opinión. Quizás es discutible quién salió por D’Albenás; Malán estaba cansado y sabemos que Dzeruvs es superior físicamente. También pudimos haber refrescado el medio campo antes de forma de tener mejor despliegue en esa zona del campo y frenar las llegadas albas.
La realidad es que no sabemos si fue por eso que perdimos el partido. Se abrió por una pelota quieta (denominador común en muchos de los goles recibidos por el Picapiedra) y luego llegó el penal. Ganaron justamente pero creo que no “justificadamente” si es que existe tal cosa.
Me quedo con el rendimiento general del equipo, el juego y la entrega. Otra vez nos quedamos con las manos vacías ante uno de los animadores del torneo. Otra vez nos faltó cerrar partidos. Será ese el aspecto a corregir. Nos esperan dos rivales (Rentistas y Fenix) difíciles pero a los que se les puede ganar. Tengo fe en el equipo, como todo en Rampla, nada es fácil y hay que seguir metiendo.
¡Fuerza Rampla!