Tardes para enamorarse

Gracias Chino por conquistarnos y llenarle de alegría el corazón a los niños.

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No, no me puse cursi y blandito del todo, aguantame un par de líneas y vas a ver de lo que hablo.

El domingo 21 de setiembre tuve la suerte de concurrir con mi familia al  Campus de Maldonado a ver el match contra Atenas. Para los que nacimos en el interior, que vaya Nacional a jugar siempre ha sido una fiesta, por lo cual la posibilidad de compartir la pasión con las personas más queridas tiene un doble valor.

En una instancia más personal, ver a Munúa atajar con la tribuna Roberto Sosa a la espalda es particularmente especial, ya que Roberto era familiar. Todas esas cosas juntas, sumadas a una tarde de sol y buen fútbol (aunque un poco displicente), cerraron una tarde perfecta.

El sábado pasado merece capítulo aparte. Mientras el sol elevaba la temperatura a un nivel muy agradable y los árbitros locales mostraban que lo amateur de nuestro fóbal cruza horizontalmente todos sus niveles, ocurrió la magia.

Sí, todo el mundo habló de lo increíble del gol del Chino, de cómo todo el estadio se levantó en un canto solo. Pero lo mágico va más allá.

Es por estas cosas que uno se enamora del fútbol, esos instantes en los que belleza, técnica y habilidad se conjugan en un instante y solo te queda decir: es un hijo de su meretriz madre.

Es esto lo que hace que millones de personas sigan al deporte, la razón por la cual la gente paga su entrada, por la cual le damos tiempo de telenoticieros a tipos que no pueden hilvanar dos ideas juntas pero que nos reportan esto. Y a veces también entrevistan a los jugadores.

Son estos momentos los que a uno lo hacen hincha. Yo recuerdo cuando niño ver el gol del Chino a Wanderers y jugando en el campito, relatar -al estar jugando uno- que era Recoba quien eludía (si Recoba me hubiera visto me pegaba y demandaba por mancillar su nombre, con justa razón).

Hoy, casi veinte años después, veo cómo el hijo de un amigo siente la misma emoción que yo en aquel entonces, por lo cual solo me queda decir: gracias papá por hacerme de Nacional. Gracias Chino por conquistarnos y llenarle de alegría el corazón a los niños.

¿Vieron que el titulo no estaba tan mal después de todo?