¿A qué juega Fénix?
No quiero seguir caminando por la cornisa y de una vez por toda dejemos de jugar con fuego.
Se fue Gustavo Bueno y el club recurrió a un conocido de la casa para revertir la situación. Más allá de gustos personales, queda claro que no hay una matriz futbolística que nos identifique. Esperemos que no se repita la historia, aunque generalmente "lo que mal empieza, mal acaba".
Se fue Juan Tejera, un error desde mi punto de vista, y se apostó a un técnico que llegaba con muchos pergaminos en juveniles pero que transitaba sus primeros pasos en la máxima categoría. El plantel se reforzó acorde a las necesidades que consideró importantes Gustavo Bueno para desarrollar su idea ofensiva.
Producto de los malos resultados, se decidió interrumpir el contrato de Bueno y salir a buscar un nuevo entrenador para afrontar la última fecha del Apertura y hacerse cargo del sufrimiento que será el Clausura, a raíz de la complicada situación que tenemos en la tabla.
No descubrimos nada al decir que los planteos de Rosario y Bueno son totalmente distintos. ¿Qué hacemos con la cantidad de jugadores de carácter ofensivo que hay en el plantel? Esta historia no es nueva. No hace tanto tiempo, pasamos del "Ronco" López a Julio Ribas. Así nos fue.
Ahí apareció Rosario, que tomó un equipo casi descendido y se le pidió foguear juveniles pensando en el torneo de Segunda División. El desenlace lo conocemos todos: no solo mantuvimos la categoría, sino que al poco tiempo clasificamos por primera vez en nuestra historia a la Copa Sudamericana.
Después vino una racha negativa pocas veces vista. Fueron 17 fines de semana consecutivos sin sumar de a tres. Se fue Rosario, agarró Lorenzo Carrabs y luego llegó Eduardo Favaro. Tres técnicos absolutamente distintos. Otra vez la misma historia.
Llegó Juan Tejera. Nos salvó, casi nos clasifica a una Copa Internacional, pero no se le renovó el contrato.
La suerte no nos va a acompañar siempre. Así como se pagan los errores en la cancha, también lo que sucede fuera de ella tiene en algún momento su castigo.
De más está decir que deseo que a Rosario le vaya bien. No quiero seguir caminando por la cornisa y de una vez por toda dejemos de jugar con fuego, porque aunque pensemos que lo tenemos controlado en algún momento nos vamos a quemar.
¡No baja!
Se fue Juan Tejera, un error desde mi punto de vista, y se apostó a un técnico que llegaba con muchos pergaminos en juveniles pero que transitaba sus primeros pasos en la máxima categoría. El plantel se reforzó acorde a las necesidades que consideró importantes Gustavo Bueno para desarrollar su idea ofensiva.
Producto de los malos resultados, se decidió interrumpir el contrato de Bueno y salir a buscar un nuevo entrenador para afrontar la última fecha del Apertura y hacerse cargo del sufrimiento que será el Clausura, a raíz de la complicada situación que tenemos en la tabla.
No descubrimos nada al decir que los planteos de Rosario y Bueno son totalmente distintos. ¿Qué hacemos con la cantidad de jugadores de carácter ofensivo que hay en el plantel? Esta historia no es nueva. No hace tanto tiempo, pasamos del "Ronco" López a Julio Ribas. Así nos fue.
Ahí apareció Rosario, que tomó un equipo casi descendido y se le pidió foguear juveniles pensando en el torneo de Segunda División. El desenlace lo conocemos todos: no solo mantuvimos la categoría, sino que al poco tiempo clasificamos por primera vez en nuestra historia a la Copa Sudamericana.
Después vino una racha negativa pocas veces vista. Fueron 17 fines de semana consecutivos sin sumar de a tres. Se fue Rosario, agarró Lorenzo Carrabs y luego llegó Eduardo Favaro. Tres técnicos absolutamente distintos. Otra vez la misma historia.
Llegó Juan Tejera. Nos salvó, casi nos clasifica a una Copa Internacional, pero no se le renovó el contrato.
La suerte no nos va a acompañar siempre. Así como se pagan los errores en la cancha, también lo que sucede fuera de ella tiene en algún momento su castigo.
De más está decir que deseo que a Rosario le vaya bien. No quiero seguir caminando por la cornisa y de una vez por toda dejemos de jugar con fuego, porque aunque pensemos que lo tenemos controlado en algún momento nos vamos a quemar.
¡No baja!