Los dueños de la Villa

¡Cerro Cerro! Como nuestra hinchada no hay. Cerro y su gente es lo más grande que hay. ¡De atrás y en la hora! Somos el barrio.

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Foto: AUF
La noche del viernes para el sábado no era una noche más para ninguno de nosotros, los hinchas del auténtico de la Villa. ¿Por qué? Porque faltaban horas para vivir, después de dos años, un clásico ante nuestro rival de todas las horas.

Tenia una fe bárbara en mi cuadro porque, en situaciones así, sacamos fuerzas de todos lados para sacar un resultado positivo. Me faltó el sueño y las horas se hicieron eternas, pero cuando salí a juntarme con mi familia para el gran duelo se me hicieron más llevaderas.

Llegué al Cerro, pasé a escuchar algún consejo sabio de mi abuelo, saludé a mi familia y dormí a mi sobrino recientemente nacido, que me esperó con la camiseta de Cerro. Sobre las 15:30 nos juntamos con mis primos y partimos hacia el Olímpico caminando.

Yendo para ahí se veían las calles colmadas de camisetas de Cerro, calles pintadas, la gente en la puerta dándote mensajes de aliento. Y sí, eso es porque somos el barrio, los dueños de la Villa.

Llegamos al Olímpico donde tuvimos que hacer una larga fila y, al llegar, no me gustó la actitud de la policía con nosotros: hablando mal, a prepo e intentando estropear la fiesta de la Villa del Cerro.

Al entrar era una fiesta nuestra, alentando, globos papeles picados, los bombos, las trompetas, cohetes y lo que nunca puede faltar es la fuerza de la gente que estuvo en todo momento.

La verdad que el gol tempranero de ellos sorprendió, pero nunca dejamos de alentar. Hinchas de Cerro somos, no de los resultados. Nuestro primer tiempo no fue tan bueno y la verdad que me saco el sombrero con el Seba Fuentes, no solo en el primer tiempo, sino que también en todo el partido.

Para el segundo tiempo entró nuestro pollo, jugador nacido en nuestra casa y que siente mucho esta camiseta. Entró con la casaca 22 el "Ardilla" Caballero y también entró Grossmüller. Estos dos le cambiaron la cara a nuestro Cerro querido.

Con ellos y nuestro aliento, que los hacía empujar hacia adelante a todos, llegó el empate que fue algo espectacular. Como siempre, el luchador incansable, Hugo Silveira.

Se fue el hombre de gol y entra el otro debutante en el clásico de la Villa: Fabricio Núñez. Cerro ya era más que Rampla y en una jugada de pelota quieta, en la hora, llegó el gol de Núñez para la locura de toda nuestra gente. Entre lágrimas y abrazos lo festejamos, y la verdad que ver toda nuestra familia villera feliz no tiene precio.

Los minutos hasta el final fueron eternos. Gritábamos "¡terminalo, no aguanto más!", hasta que el juez dio el final para que la Villa se transforme en una locura albiceleste.

Lo disfruté mucho este sábado. Por estar con mi familia, con mi gente villera, porque la banda alentó en todo momento, porque quedó demostrado que somos muy distintos y superiores a ellos.

Porque el plantel cumplió con la historia, y porque todos esos que nos daban como liquidados se tuvieron que tragar las palabras.

Fuerza, Nico Techera, que la verdad es un campeón, jugo quebrado todo el segundo tiempo. ¿Si esto no es amor por la camiseta, qué es?

Gracias familia villera. ¡Nos vemos el domingo en el Parque!