Un día en la Boca
Todo hincha de Wanderers está orgulloso de los guerreros que entraron al campo de juego a defender esta camiseta.
Los días pasaban muy lentos y la ansiedad cada día era mayor. Mucho se hablaba del partido frente a Boca; del entorno, de la gente y de la famosa Bombonera.
Es cierto que el partido frente a River fue extraño. Si los hinchas ya estaban pensando en el jueves, ¿qué se le podría reprochar al jugador? La ansiedad y las ganas por jugar ese partido les corrían por las venas.
Varios son los estadios donde la presión es muy alta para el visitante, como lo son el Estadio Centenario y el Maracaná, pero la mayoría coincide en que La Bombonera es especial, por la cercanía de la gente y su forma tan particular. Hasta se dice que, cuando toda la gente comienza a cantar, "el estadio se mueve o tiembla". Hasta allá fuimos a comprobarlo.
Las realidades entre planteles y los clubes son muy obvias y están a la simple vista. Basta con saber que el sueldo de un solo jugador de Boca -Daniel Osvaldo- es el presupuesto del Montevideo Wanderers. Y así se podrán enumerar incansables diferencias, excusas o como se las quiera llamar.
Pero esto es fútbol y hay muchas hazañas que se han dado a lo largo de la historia, en este deporte tan lindo, ya que en la cancha son once contra once y como decía Obdulio Varela -hincha y capitán bohemio- "los de afuera son de palo". Esa falta de lógica que tiene el fútbol lo hace el deporte más lindo del mundo.
Ya en la capital porteña, los nervios comenzaron a aumentar. La ansiedad para partir al estadio crecía minuto a minuto, hasta que finalmente partimos en la caravana, rodeados de un fuerte operativo policial.
Las sirenas se escuchaban de fondo y el incansable tránsito de Buenos Aires iba dejando paso al gran equipo bohemio. Y uno comenzaba a imaginarse el partido: cómo va ser, cómo se le puede ganar a Boca, cómo será el famoso entorno de La Bombonera.
El ómnibus fue entrando en La Boca y todo era multitud de azul y amarillo. Es imposible que toda esa gente pudiera entrar al estadio. Ya en la calle, no había hincha que, mediante gestos o palabras, no hiciera sentir su localía. Cánticos, insultos y hasta una pedrada que casi rompe un vidrio del ómnibus de los jugadores, que a pesar del barullo seguían concentrados en su gran oportunidad.
Y llegamos al estadio, a esa Bombonera con entradas agotadas, pronta para ver a su equipo que ponía a todas sus estrellas en cancha para enfrentar a Wanderers. El ruido era impresionante y cuando Boca entró al estadio, fue la primera confirmación de lo que todo el mundo comenta. Es cierto, La Bombonera tiembla.
Pero también es cierto que a los que nos les tembló nada fue a los jugadores de Wanderers. Jugaron el partido como si fuera uno más, obviamente respetando al rival, pero nunca renunciando a lo que siempre tratan de plasmar en la cancha.
Boca arrancó con todo, con Gago y Lodeiro dirigiendo la batuta con una dinámica diferente a la que estamos acostumbrados a ver en el torneo local. Pero el bohemio no se quedó atrás, corriendo como nunca y jugando de igual a igual.
El sueño seguía intacto hasta que Boca logra abrir el marcador. En ese momento, las sensaciones fueron muchas: uno se olvida del rival y del entorno, es un partido de fútbol y todo hincha quiere ganarlo.
Antes que pudiéramos asimilar el golpe, Dieguito Riolfo sacó de la mitad de la cancha y con una gran corrida de "campito" y un gran enganche de Gastón Rodríguez, definió frente Orión al primer palo y la "gran Bombonera" quedó en silencio, para que el grito sea bohemio, para que el puñado de hinchas -nada menos que 600 fueron los Vagabundos que acompañaron al plantel- griten el gol y enmudezcan el Estadio.
Es muy difícil explicar lo que es gritar un gol en La Bombonera. Un grito que no termina más, cuando está terminando lo volvés a empezar y no lo querés dejar terminar. Junto con el gol de Maxi en Florida, debe haber sido de los más gritados en los últimos años por el hincha de Wanderers.
El bohemio seguía batallando el partido con rebeldía, jugando siempre por abajo y sin renunciar a su estilo. Es verdad que muchas veces de manera imprecisa, pero la intención era la misma que siempre. Boca atacaba y sobre el final del primer tiempo llegó su segundo gol. Todo volvía a hacerse cuesta arriba.
La sensación es extraña. Es verdad que Boca jugó mejor y que el "Cachorro" Burián ahogó varios gritos de gol que hubieran ampliado la diferencia, pero no se estuvo lejos de conseguir algo más.
Un gusto agridulce que va pasando a través de los días, cuando uno se detiene a ver nuevamente el partido y a escuchar diferentes opiniones, que coinciden en que este grupo de jóvenes estuvo a la altura de un partido internacional de esta magnitud.
Fueron varios los hinchas de Boca que se arrimaron al hotel de los jugadores bohemios al otro día del partido. Todos felicitaban por lo bien que se le había plantado el cuadro a Boca en la Bombonera, por la camiseta, por la campaña de "Hincha Sponsor" y no faltaba el que preguntaba por las viejas glorias bohemias que pasaron por Boca y el fútbol argentino.
Todo hincha de Wanderers está orgulloso de los guerreros que entraron al campo de juego a defender esta camiseta, del cuerpo técnico y los ayudantes que dejaron al club bien arriba en tierras vecinas. En ningún momento se achicaron ni fueron menos que Boca.
Wanderers no es un club, Wanderers es una familia. Y los jugadores son parte de ella y así nos lo hacen sentir, defendiendo estos colores en cada pelota y en cada tranque. Nosotros estamos totalmente agradecidos y los vamos a seguir alentando en cada partido.
El sueño está intacto, sigamos soñando.