Una montaña rusa de alegrías
Por si quedaba alguna duda, este ciclo, este de hoy, es de esos: históricos para nuestro club. A no perderlo de vista.
Transcurrió ya un tercio del campeonato y ahí estamos, más que vivos, luchando por encontrar nuestro equilibrio, sin olvidar el objetivo primordial de esta temporada: mantenernos en la A.
Porque es lindo, sobre caliente, después de un triunfo histórico como el de ayer ante Peñarol, soñar con copas internacionales. Es muy lindo. Pero también es justo, es necesario, ubicarnos en el justo término de las cosas.
Así como somos capaces de -insisto- hacer historia contra los "grandes", también, en una especie de aterrizaje a la realidad, somos capaces de perder insólitamente con Rentistas, o de errar goles que todos dan por más que hechos y sin embargo se pierden.
Y es que así somos y así estamos. Llenos de talento, empuje, voluntad, corazón y nobleza, aunque del otro lado de la moneda es evidente que pesan los otros factores: algún error inevitable, alguna distracción infantil, la mismísima mala suerte que con frecuencia nos acompaña, las propias virtudes o flashes inspirados de rivales que a priori no son más, y las casi constantes polémicas arbitrales, con un elenco que cada vez demuestra más su mediocridad, cuando no su intención sesgada contra Sud América.
Somos así, pero al final, lo que predomina, es la frase que hace honor al arranque de nuestro Himno Oficial: al final, somos ese "pequeño gigante del fútbol de un país campeón mundial".
En estas cinco fechas, nos dimos cuenta de cuánto significaba para el equipo la presencia en cancha de Federico Gallego, brillando con luz propia hoy en Argentinos Juniors, transpirando su sangre anaranjada en cualquier cancha.
Nos dimos cuenta cuánto podía haber sumado Agustín Miranda, hoy rompiéndola en Central. Cuánto nos sumó Santiago Carrera en el campeonato anterior en esa zaga. Nos dimos cuenta que extrañamos a Centurión, lesionado, que todavía no vuelve, o los partidos que faltó Argachá.
Y me olvido de varios que no están más o no estuvieron estos partidos de arranque. Pero pongo mi foco en los que están, en los que hoy nos están haciendo vivir esta montaña rusa de alegrías.
La mano y el imaginario táctico del técnico se siguen notando y deslumbra a los rivales. La solidez de la defensa, aunque con altibajos, se volvió a notar contra Peñarol y lo que nos pueda faltar en el medio o arriba se suple con la mayor entrega posible a la causa.
Porque esto hay que dejarlo claro, pase lo que pase de aquí en adelante, estamos siendo testigos de un ciclo histórico: como los que recuerdan la legendaria gira por Europa, como los que supieron arañar la condición de "tercer grande", como los que vivimos y lloramos y gritamos ascensos épicos en los 80 y los 90 -con sus consabidos casi inmediatos descensos-, como los que ya arañamos el alambrado mientras coqueteamos con el glamour sudamericano en aquella inolvidable Copa Conmebol.
Bueno, amigos, por si quedaba alguna duda, este ciclo, este de hoy, es de esos: históricos para nuestro club. A no perderlo de vista. No olvidemos la sucesión de partidos desde el ascenso hasta el domingo, pongámosla en balance y perspectiva, y asomemos con orgullo a un -repito- ciclo histórico de la IASA.
No olviden estos nombres: Irazún, Edgar, el Pechu, Pellejero, Maureen, el Coco Viotti cuando le toca, Pereiro y su constancia, los que llegaron hace poquito y se hacen gigantes como Perujo en el Parque Central o el Centenario.
Díaz, Arismendi y compañía demoliendo mediocampos. Y el Loco Alonso, un tren veloz que brilló anotando contra Nacional. Y los que siempre suman centímetros y goles que -aunque no demasiados por ahora- no se olvidan: Colman, Rauhofer.
A Juan Alsina lo tengo que nombrar: polifuncional, ordenado, seguro, sobrio aunque a veces no se luzca. Siempre está y siempre lo hace bien. A Maureen, se los dejo para una próxima columna, ¿pero qué decir que ya no hayamos dicho?
Y al Bebu Luna alcanza una palabra para definirlo, siempre: talento. Y disculpas a los del banco que no nombré, a los que son tan importantes como los que siempre juegan.
Ahora, a divertirse toda la semana viendo las caras de aquellos que daban por sentado que nos comíamos cuatro goles en el Estadio. A divertirse con las caras de los que nos miran como si fuésemos víctimas del delirio al "llorar" decenas de penales no cobrados y robos a mano armada de los jueces (incluyendo a Leodán González, con un domingo tremendo en el que dejó para la posteridad otro aporte con nombre y apellido a la vergüenza del arbitraje mundial que es el referato uruguayo contemporáneo).
A divertirse con las caras de aquellos que pretenden insultarnos al cantarnos que somos "de la B", en la que con orgullo jugamos tantos años, muchas veces sin la menor chance de mirar de cerca el ascenso, o que creen ofendernos al calificarnos de "chicos".
Somos chicos, sí, pero "Contra Todos", como dice una de las banderas buzonas. Contra todos y siempre siendo "Pobres Poderosos", como otro de los queridos trapos naranjas establece. A divertirse, a disfrutar del momento, a no descuidarse y a no olvidar que jugamos siempre contra muchos más que once.
A disfrutar, allá me voy, cantando otro pedacito del himno, bajito, pero con los ojos llenos de lágrimas… "Ya rueda en el campo la guinda, laten corazones y de las tribunas se siente ¡vivan los buzones!".
Porque es lindo, sobre caliente, después de un triunfo histórico como el de ayer ante Peñarol, soñar con copas internacionales. Es muy lindo. Pero también es justo, es necesario, ubicarnos en el justo término de las cosas.
Así como somos capaces de -insisto- hacer historia contra los "grandes", también, en una especie de aterrizaje a la realidad, somos capaces de perder insólitamente con Rentistas, o de errar goles que todos dan por más que hechos y sin embargo se pierden.
Y es que así somos y así estamos. Llenos de talento, empuje, voluntad, corazón y nobleza, aunque del otro lado de la moneda es evidente que pesan los otros factores: algún error inevitable, alguna distracción infantil, la mismísima mala suerte que con frecuencia nos acompaña, las propias virtudes o flashes inspirados de rivales que a priori no son más, y las casi constantes polémicas arbitrales, con un elenco que cada vez demuestra más su mediocridad, cuando no su intención sesgada contra Sud América.
Somos así, pero al final, lo que predomina, es la frase que hace honor al arranque de nuestro Himno Oficial: al final, somos ese "pequeño gigante del fútbol de un país campeón mundial".
En estas cinco fechas, nos dimos cuenta de cuánto significaba para el equipo la presencia en cancha de Federico Gallego, brillando con luz propia hoy en Argentinos Juniors, transpirando su sangre anaranjada en cualquier cancha.
Nos dimos cuenta cuánto podía haber sumado Agustín Miranda, hoy rompiéndola en Central. Cuánto nos sumó Santiago Carrera en el campeonato anterior en esa zaga. Nos dimos cuenta que extrañamos a Centurión, lesionado, que todavía no vuelve, o los partidos que faltó Argachá.
Y me olvido de varios que no están más o no estuvieron estos partidos de arranque. Pero pongo mi foco en los que están, en los que hoy nos están haciendo vivir esta montaña rusa de alegrías.
La mano y el imaginario táctico del técnico se siguen notando y deslumbra a los rivales. La solidez de la defensa, aunque con altibajos, se volvió a notar contra Peñarol y lo que nos pueda faltar en el medio o arriba se suple con la mayor entrega posible a la causa.
Porque esto hay que dejarlo claro, pase lo que pase de aquí en adelante, estamos siendo testigos de un ciclo histórico: como los que recuerdan la legendaria gira por Europa, como los que supieron arañar la condición de "tercer grande", como los que vivimos y lloramos y gritamos ascensos épicos en los 80 y los 90 -con sus consabidos casi inmediatos descensos-, como los que ya arañamos el alambrado mientras coqueteamos con el glamour sudamericano en aquella inolvidable Copa Conmebol.
Bueno, amigos, por si quedaba alguna duda, este ciclo, este de hoy, es de esos: históricos para nuestro club. A no perderlo de vista. No olvidemos la sucesión de partidos desde el ascenso hasta el domingo, pongámosla en balance y perspectiva, y asomemos con orgullo a un -repito- ciclo histórico de la IASA.
No olviden estos nombres: Irazún, Edgar, el Pechu, Pellejero, Maureen, el Coco Viotti cuando le toca, Pereiro y su constancia, los que llegaron hace poquito y se hacen gigantes como Perujo en el Parque Central o el Centenario.
Díaz, Arismendi y compañía demoliendo mediocampos. Y el Loco Alonso, un tren veloz que brilló anotando contra Nacional. Y los que siempre suman centímetros y goles que -aunque no demasiados por ahora- no se olvidan: Colman, Rauhofer.
A Juan Alsina lo tengo que nombrar: polifuncional, ordenado, seguro, sobrio aunque a veces no se luzca. Siempre está y siempre lo hace bien. A Maureen, se los dejo para una próxima columna, ¿pero qué decir que ya no hayamos dicho?
Y al Bebu Luna alcanza una palabra para definirlo, siempre: talento. Y disculpas a los del banco que no nombré, a los que son tan importantes como los que siempre juegan.
Ahora, a divertirse toda la semana viendo las caras de aquellos que daban por sentado que nos comíamos cuatro goles en el Estadio. A divertirse con las caras de los que nos miran como si fuésemos víctimas del delirio al "llorar" decenas de penales no cobrados y robos a mano armada de los jueces (incluyendo a Leodán González, con un domingo tremendo en el que dejó para la posteridad otro aporte con nombre y apellido a la vergüenza del arbitraje mundial que es el referato uruguayo contemporáneo).
A divertirse con las caras de aquellos que pretenden insultarnos al cantarnos que somos "de la B", en la que con orgullo jugamos tantos años, muchas veces sin la menor chance de mirar de cerca el ascenso, o que creen ofendernos al calificarnos de "chicos".
Somos chicos, sí, pero "Contra Todos", como dice una de las banderas buzonas. Contra todos y siempre siendo "Pobres Poderosos", como otro de los queridos trapos naranjas establece. A divertirse, a disfrutar del momento, a no descuidarse y a no olvidar que jugamos siempre contra muchos más que once.
A disfrutar, allá me voy, cantando otro pedacito del himno, bajito, pero con los ojos llenos de lágrimas… "Ya rueda en el campo la guinda, laten corazones y de las tribunas se siente ¡vivan los buzones!".