Restableciendo conexión

El equipo ilusiona, pasan los partidos y parece que esto no es una casualidad.

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El Bolso había arrancado con todo este segundo semestre con el estilo Munúa. La apuesta a las juveniles, un plantel pulido, las incorporaciones internacionales, junto con la continuidad de algunas figuras, debían ser conectadas rápidamente por el entrenador y sin mucho tiempo para trabajar y pelear los dos frentes.

Las dos victorias contundentes ante Villa Teresa  y Oriente Petrolero pusieron muy alta la medida y el Bolso debía repetir para demostrar que el arranque no había sido casualidad.

Llegó la revancha ante los bolivianos en el Parque, donde la diferencia obtenida en Bolivia le dio la tranquilidad al cuerpo técnico para poder realizar algunas modificaciones, darle descanso a los que habitualmente juegan mucho o a algunos considerados titulares y probar a otros que por lo general juegan menos o que probablemente van a jugar poco a lo largo del año.

José Aja, quien ingresó por Malvino, fue el único que no desentonó y terminó siendo una de las figuras del equipo. El resto de las variantes hicieron de Nacional un equipo desconectado, sin sociedades, sin mucho juego de memoria y sí con mucho intento individual.

Barcia extrañó a Fucile, De Pena a Espino y el equipo extrañó su máxima conexión futbolística. Ni Porras ni Nacho fueron de la partida y el equipo careció mucho de juego.

Gonzalo es la figura, el dueño de la pelota, es quien hace jugar a todos los demás y, junto con Nacho, son los encargados de hacer funcionar este sistema táctico que no ha otorgado mucha continuidad de buen juego en los últimos tiempos.

La  ventaja en la ida no se modificó, Nacional avanzó sin problemas a la siguiente fase de la copa y se medirá contra el Independiente colombiano dirigido por Gerardo Pelusso.

En cuanto al medio local, el domingo había una parada muy difícil, tal vez algo muy parecido a lo que será el próximo rival de Copa. El siempre complicado River, encima dirigido nuevamente por el gran Juan Ramón Carrasco, llegaba al Parque Central para medir la realidad de este nuevo Nacional.

El partido fue tal como se puede imaginar el de la Copa, con un rival que al encontrar el gol en un error de la defensa tricolor se resignó a defender y salir de contra, bien armado en el fondo y muchas veces tras la línea del mediocampo.

Fue entonces donde el Bolso tuvo que evaluar si esta nueva paciente idea de no reventar y jugar siempre por abajo podía ser ejecutada en estas condiciones, con el rival ganando, el público empujando y con una terna arbitral que hizo todo lo posible para que el malhumor predominara e incidiera en la propuesta del equipo local.

El Bolso pasó la prueba: faltando nueve minutos remontó el resultado y se llevó los tres puntos, manteniendo la paciencia, jugando casi siempre por abajo, levantando la pelota solamente cuando fuera necesario y aguantando todas las contras, incluyendo el reloj.

Fue fiel a su juego y potenció todas sus conexiones. El fondo salió siempre limpio, la bola le llegó siempre a Porras y este la administró casi perfecta.

Nacho fue la manija junto a Amaral y el argentino Barbaro, que había ingresado en el complemento y se conectó de manera perfecta.

El sector derecho del ataque, en el que ya no estaban ni Fucile ni Barcia, encontró una nueva sociedad: el Colo, que ya jugaba de lateral, conectaba con el ex San Lorenzo y con el canterano Amaral. Las bandas fueron otra vez el arma letal y con dos bolas aéreas de los costados llegó la victoria.

El equipo ilusiona, pasan los partidos y parece que esto no es una casualidad. Lo que venimos pidiendo hace tanto tiempo parece cumplirse.

El Bolso restableció su conexión con el regreso del equipo titular a la cancha, equipo que probablemente sea repetido cuando enfrentemos al difícil Independiente Santa Fe en el Gran Parque Central por una nueva fase de Copa Sudamericana.