Un solo culpable
Hay mucho para reprocharle a los que siguen cometiendo errores de inmadurez y falta de respeto a la camiseta.
Eran casi las 19 horas del jueves y el caos de Montevideo me impedía llegar en hora al Parque Central. Movilizaciones, trancaderas, ómnibus copando el centro y en la radio comienza el partido más importante de la vida.
El esperado duelo copero daba comienzo y, como dije en opiniones anteriores, sería un gran termómetro para medir este raro equipo tricolor. Tan solo 2 minutos pasaron y un silencio desolador copó mi mente.
Otra vez esa maldita roja, otra vez la inmadurez y falta de respeto a la camiseta de Polenta hacían que mi cabeza quedara perpleja, sin palabras, sin poder entender. Muda, imposible de razonar, intentando buscar algo que no existía. Muerta.
De ahí para adelante se crearon mil probabilidades de mil cosas que podían pasar, mientras tanto el caos del tránsito, ya llegando casi a las afueras del estadio, dispersaba un poco los malos humores.
Se escucha el rugido, el primer estadio mundialista es una caldera, todo se protesta, la banda canta a morir. Es un grito de guerra cada 10 segundos, no se logra entender mucho que es lo que está pasando.
La radio ya había quedado atrás y solo restaba intentar deducir qué era lo que querían decir cada uno de esos alaridos que salían de esa olla de luces que parecía el infierno. La clásica vuelta interminable hasta llegar al codo de la Atilio y al ingresar no cabía un alfiler.
Como en las viejas batallas coperas el estadio estaba repleto, todos de pie, parecía que la capacidad estaba rebasada.
Euforia, aliento, vergüenza propia y apoyo, apoyo a esos leones que se quedaron tal vez tan perplejos como nosotros tras el abandono de Polenta de la cancha, pero que no bajaban los brazos.
Nacional, como si nada hubiera pasado, manejaba la pelota, iba al frente y jugaba con los dientes apretados, como deben jugarse estos partidos.
Mientras tanto, en otro tumulto entre jugadores de ambos equipos, el árbitro hace volar otra roja al cieloodo parecía emparejarse pero poco duró, porque tras la expulsión del jugador rival también cayó una para nosotros.
La cancha quedaba enorme, el reloj y el score eran nuestros principales enemigos y casi sin poder acomodarme en la tribuna el juez señaló al medio y el primer tiempo llegaba a su fin.
La segunda mitad fue épica. La banda desde el cemento empujó, los pibes corrieron como nunca, intentaron, dejaron el alma, fueron más siendo menos y merecimos mucho. La disyuntiva entre el 0 - 0 o salir a buscar un gol seguramente le carcomía la cabeza al DT tanto como a nosotros.
Los jugadores parecían no cansarse. Poco se notaba el hombre de menos. Fueron al frente, fieles al juego que pregona Munúa, intentando jugar siempre por abajo y abriendo la cancha, quedando rengo y sin alas muchas veces, pero intentando.
Tuvimos algunas chances. El golero, la mala definición, la mala suerte y todas las cosas que habitualmente influyen en este hermoso deporte no estuvieron de nuestro lado, como sí estuvieron del lado del rival y, en una mala marca del fondo de Nacional, llegó el lapidario gol visitante.
Creo que el empate en cero no era malo teniendo en cuenta todo lo malo que nos había pasado, pero el gol de ellos nos obligaba a salir a buscar definitivamente un gol nosotros, y ahí fue cuando todo se empezó a venir abajo.
Ellos empezaron a manejar la pelota, jugando como más les gusta a los colombianos, la cancha empezó a quedar gigante, el reloj fue enemigo, las piernas empezaron a no responder y los jugadores demostraban que eran humanos.
En ese momento el técnico comete un error que termina matando las pocas ilusiones que iban quedando. Entra Abero por Barcia, que venía siendo de lo mejor del ataque, y le colocó un muro delante de Espino que estaba teniendo buenas patriadas ofensivas.
Terminó matando las esperanzas. Encima Abero pierde una pelota infantil y, tras una contra letal, ellos marcaron el definitivo 2 - 0.
Tal vez el cambio hubiera sido Amaral por Barcia. Abero terminó siendo casi que colgado por los hinchas por haber jugado en una posición que no es la suya, teniendo que encarar jugadas con cabeza de delantero cuando no es su posición habitual.
De todos modos nada como para castigarlos, ni a él ni al técnico. Hicieron lo posible, tuvieron vergüenza e intentaron, dejando el alma adentro de la cancha como sus compañeros.
Nada hay que reprocharle a los que le pusieron el pecho y se bancaron la parada lo mejor que pudieron adentro de la cancha. Sí hay mucho para reprocharle a los que, a pesar de su experiencia, siguen cometiendo errores de inmadurez y falta de respeto a la camiseta.
Ahora viene Wanderers en el Viera, otro partido muy importante y difícil. Hay que tener la cabeza en alto, seguir por este camino y tratar de llegar lo mejor posible al 16 cuando el calendario marce que el momento de la revancha ha llegado.