¿Por qué pierde Peñarol?
Necesariamente hay que analizar la dura derrota ante Huracán.
La derrota, en especial una dura como la de anoche, es necesariamente motivo de análisis y de conclusiones. En vez de putear a Aguirregaray o a Gianni, conviene analizar fríamente cómo se planteó el partido y qué hechos significaron el papelón aurinegro en el estreno de local por la Copa.
En primer lugar corresponde señalar que es físicamente imposible afrontar una doble competencia con los mismos 11 futbolistas adentro de la cancha. Y esto no por ser Uruguay, en Europa los planteles rotan hace años y a los futbolistas se les dosifica su participación para poder estar físicamente aptos. Da Silva plantea todos los partidos con la misma alineación y las consecuencias en términos de lesiones musculares y falta de respuesta son evidentes.
Aquí corresponde responsabilizar también a la directiva por cambiar el cuerpo técnico a semanas del inicio de la actividad, hecho que viene sucediendo hace años y hemos señalado hasta el hartazgo, pero continúa siendo una de las políticas del club. El novel cuerpo técnico no elije los futbolistas que disputarán la temporada y eso genera un desfasaje que incide en la preparación y el rendimiento.
Con la debacle física llegan derrotas como la que sufrimos el sábado ante Fenix: un partido dominado los 90 minutos que se pierde 2 a 0 por errores del zaguero Guillermo Rodríguez, quien fuera doblegado por Cecilio Waterman en ambas oportunidades. El encuentro ante el albivioleta añadió presión y nerviosismo a una línea de 4 que viene jugando desde el inicio ante Cerro.
Pero la palabra que, según entiendo, describe a la perfección este fracaso es el desbalance. Peñarol cuenta con zagueros lentos y "cascoteados" como son Valdez y Rodríguez y laterales que tienden a subir (¿para qué?) y dejan espacios atrás. Si Aguirregaray y Olivera no pueden desbordar y levantar un centro ¡QUE NO LO HAGAN! De esa forma por lo menos nos ahorramos el contragolpe rival y no nos agarran SIEMPRE MAL PARADOS.
El marcador de punta subidor, que tira una pared, desborda con velocidad y sirve una pelota de gol es un arma que funciona en equipos como Barcelona o Manchester City. Cualquier intento fallido de eso implica quedar con un futbolista menos en defensa, que el rival se haga de la pelota y con mucho espacio a su favor.
Pero todo se disimula con el 0 a 0, porque el carbonero tiene futbolistas de buen pie: puede jugar la pelota en el campo rival y genera ocasiones de gol. Ahora, cuando Costa regala ese pase y llega el desafortunado gol de Huracán el equipo se desploma tácticamente, la gente empieza a putear y se genera una bola de nerviosismo donde se agrava la fragilidad defensiva y la ansiedad por llegar al área rival merma toda posibilidad de dar vuelta el resultado.
Llega el descanso y en la segunda mitad el reloj empieza a correr más rápido. Y es ahí donde Da Silva comete el error que cometen todos los técnicos que desfilan por el banco de Peñarol cuando va perdiendo: cambiar volantes de creación por delanteros, apilar atacantes para concretar las jugadas de gol. Pero (y la lógica no me permite estar equivocado) ¿quién lleva la pelota hasta el área ahora?, o mejor dicho: ¿quién carajo lleva la pelota hasta el área ahora?
Sin Aguiar ni Maxi y con Affonso echando raíces en el campo rival, el desbalance se profundizó y terminamos agradeciendo que el encuentro no finalizó 2 a 0.
Es sin duda un resultado que compromete las chances de Peñarol para clasificar. Huracán es un rival directo en el grupo si tomamos en cuenta el nivel de Atlético Nacional y suponemos que somos más que Sporting Cristal.
Peñarol necesitará serenarse, preparar tácticamente los partidos y afrontarlos con la magnanimidad propia del gigante de América que sigue siendo.
En primer lugar corresponde señalar que es físicamente imposible afrontar una doble competencia con los mismos 11 futbolistas adentro de la cancha. Y esto no por ser Uruguay, en Europa los planteles rotan hace años y a los futbolistas se les dosifica su participación para poder estar físicamente aptos. Da Silva plantea todos los partidos con la misma alineación y las consecuencias en términos de lesiones musculares y falta de respuesta son evidentes.
Aquí corresponde responsabilizar también a la directiva por cambiar el cuerpo técnico a semanas del inicio de la actividad, hecho que viene sucediendo hace años y hemos señalado hasta el hartazgo, pero continúa siendo una de las políticas del club. El novel cuerpo técnico no elije los futbolistas que disputarán la temporada y eso genera un desfasaje que incide en la preparación y el rendimiento.
Con la debacle física llegan derrotas como la que sufrimos el sábado ante Fenix: un partido dominado los 90 minutos que se pierde 2 a 0 por errores del zaguero Guillermo Rodríguez, quien fuera doblegado por Cecilio Waterman en ambas oportunidades. El encuentro ante el albivioleta añadió presión y nerviosismo a una línea de 4 que viene jugando desde el inicio ante Cerro.
Pero la palabra que, según entiendo, describe a la perfección este fracaso es el desbalance. Peñarol cuenta con zagueros lentos y "cascoteados" como son Valdez y Rodríguez y laterales que tienden a subir (¿para qué?) y dejan espacios atrás. Si Aguirregaray y Olivera no pueden desbordar y levantar un centro ¡QUE NO LO HAGAN! De esa forma por lo menos nos ahorramos el contragolpe rival y no nos agarran SIEMPRE MAL PARADOS.
El marcador de punta subidor, que tira una pared, desborda con velocidad y sirve una pelota de gol es un arma que funciona en equipos como Barcelona o Manchester City. Cualquier intento fallido de eso implica quedar con un futbolista menos en defensa, que el rival se haga de la pelota y con mucho espacio a su favor.
Pero todo se disimula con el 0 a 0, porque el carbonero tiene futbolistas de buen pie: puede jugar la pelota en el campo rival y genera ocasiones de gol. Ahora, cuando Costa regala ese pase y llega el desafortunado gol de Huracán el equipo se desploma tácticamente, la gente empieza a putear y se genera una bola de nerviosismo donde se agrava la fragilidad defensiva y la ansiedad por llegar al área rival merma toda posibilidad de dar vuelta el resultado.
Llega el descanso y en la segunda mitad el reloj empieza a correr más rápido. Y es ahí donde Da Silva comete el error que cometen todos los técnicos que desfilan por el banco de Peñarol cuando va perdiendo: cambiar volantes de creación por delanteros, apilar atacantes para concretar las jugadas de gol. Pero (y la lógica no me permite estar equivocado) ¿quién lleva la pelota hasta el área ahora?, o mejor dicho: ¿quién carajo lleva la pelota hasta el área ahora?
Sin Aguiar ni Maxi y con Affonso echando raíces en el campo rival, el desbalance se profundizó y terminamos agradeciendo que el encuentro no finalizó 2 a 0.
Es sin duda un resultado que compromete las chances de Peñarol para clasificar. Huracán es un rival directo en el grupo si tomamos en cuenta el nivel de Atlético Nacional y suponemos que somos más que Sporting Cristal.
Peñarol necesitará serenarse, preparar tácticamente los partidos y afrontarlos con la magnanimidad propia del gigante de América que sigue siendo.